Este fin de semana honramos a Todos los Santos y a los Fieles Difuntos. Dos momentos para recordar, por un lado, a todos los santos, estén en los altares o no. Y por otro, para acompañar a los familiares que ya no se encuentran entre nosotros. Una doble festividad religiosa que, parece, a muchos se les escapa, quedando atrapados por fiestas paganas cuyo origen y propósito se desdibujan entre actos inconexos.

La prueba se encuentra echando un vistazo a la programación preparada en diferentes localidades. Vaya por delante que muchos pequeños municipios aprovechan los puentes festivos para facilitar la reunión de sus habitantes. Y eso hay que aplaudirlo. Pero sin perder el norte.

Durante estos días, en los carteles se unen las denominaciones ‘Halloween’ y ‘Noche de Ánimas’ sin distinción. Disfraces, túneles del terror, truco o trato, almetas y totones. Un batiburrillo de acciones sin meta. No se sabe si se honra a los muertos, si lo interesante pasa por reírse de la muerte o si lo importante es sentir algún tipo de miedo. Quizás solo haya que atiborrarse de dulces y chucherías y, de paso, recuperar alguna antigua tradición de estas tierras, aludiendo a totones y almetas. Mejor que lo que se organice que sea con un propósito, elegido previamente.

Pocos, muy pocos, han logrado una personalidad propia. Precisamente hundiendo sus raíces en la tradición, huyendo de préstamos festivos de otros lugares. Aquí cabe subrayar, y alabar, el arduo trabajo de más de 25 años en Radiquero. En torno al 1 de noviembre, rememoran la costumbre de indicar el camino al cementerio a las almas. Y su empeño en huir de fiestas ajenas, con todo un pueblo involucrado, ha dado sus frutos y ya han conseguido la declaración de Fiestas de Interés Turístico de Aragón.

Radiquero supone un ejemplo de una celebración que sí tiene un propósito, que se ha mantenido firme en él y que eso ha conllevado el reconocimiento de todos. Pero no olvidemos que a quienes honramos estos días es a todos los santos y a nuestros antepasados fallecidos.