Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Los santos sin altares

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
02 noviembre 2025

Esta semana la Iglesia nos invita a vivir la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, celebraciones profundamente unidas.

Hace un tiempo cayó en mis manos el libro de la doctora Elisabeth Kübler-Ross La muerte: un amanecer. Aunque no añade nada nuevo a nuestra fe, me conmovió que una voz científica hablara de la muerte con tanta serenidad, describiéndola como un nuevo amanecer. Ella, que acompañó a tantos moribundos, comprendió que morir no es el final, sino el paso hacia la plenitud.

Y esa misma verdad la vivimos los creyentes: la muerte no es una ruptura, sino una metamorfosis. Somos como la pequeña oruga del cuento que soñó con alcanzar la gran montaña. Muchos se burlaban de ella y le decían que era imposible. Pero, guiada por una fuerza interior, siguió caminando hasta construir su capullo. Allí parecía haber muerto, pero, al despuntar el sol, emergió convertida en una mariposa hermosa, capaz de volar hacia la montaña sagrada, la cima soñada.

Así también nosotros caminamos en esta vida con ilusiones, heridas y esperanzas, impulsados por un deseo profundo de eternidad. Llega un momento en que el cuerpo se cansa y parece que todo termina. Sin embargo, lo que en la tierra se ve como una tumba, en el cielo se abre como un nacimiento. Es el paso del gusano a la mariposa, de la noche al amanecer, del tiempo a la eternidad.

Jesús lo expresó con palabras luminosas: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,25). Por eso, en este día de los Fieles Difuntos, recordamos con ternura a nuestros seres queridos. No los evocamos desde la tristeza, sino desde el agradecimiento: por el amor que nos dieron, por el testimonio de su vida, por el legado de fe que sembraron en nosotros.

Y en la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia nos recuerda que la santidad no es privilegio de unos pocos. El poema de Francisco Javier Pérez Benedí Santos sin altares nos ayuda a reconocer la santidad callada de tantos hombres y mujeres sencillos que jamás serán canonizados, pero cuya vida fue Evangelio vivo.

Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter

Más en Ahora y siempre