«Esto ha sido muy gordo. Yo he visto y calculado que han sufrido daños unos mil vehículos en Barbastro y alrededores», expresa un profesional de una empresa de varilleros. Y es que la noticia de la gran granizada del sábado se transmitió rápido como la pólvora a este sector de profesionales. Unas empresas que siguen los pasos de las tormentas y que se dedican a la reparación de abolladuras sin necesidad de repintarlos. «Hemos recibido la visita de más de quince empresas de varilleros de Madrid, Valencia, Soria, Zaragoza, Tarragona e incluso una de Alemania», explica Gonzalo Castillo, de Pintura del Automóvil Antonio Castillo.
Tanto este como el resto de talleres de la ciudad se encuentran colapsados ante la cantidad de vehículos que están recibiendo. «No terminaremos esta faena hasta dentro de un año aproximadamente», comenta Alberto Serrano, de Automóviles Manuel Serrano.
Y es que la primera semana la definen como «caótica». «En los años que llevo trabajando no había visto algo así jamás», declara Antonio Castillo. En un primer momento, calculan que peritan una media de treinta vehículos al día y que muchos de ellos, tras finalizar sus reparaciones, necesitarán pintarse. A su vez, señalan la gravedad de las reparaciones de estos vehículos, ya que el granizo no solo rompió lunas, también bolló la carrocería del coche. Una faena que requiere paciencia y tiempo para finalizarla.
El trabajo de los varilleros
Por este motivo, resulta habitual que recurran a las empresas de varilleros. Estos ofrecen sus servicios a los talleres de reparación, quienes los subcontratan para adelantar el trabajo y así satisfacer a sus clientes. Los talleres prestan su espacio de trabajo y nombre a cambio de un pequeño porcentaje de los beneficios. Y es que para arreglar esos, a simple vista, «pequeños bollos», se necesita extraer del vehículo la pieza entera para trabajar de dentro hacia fuera. Para ello, utilizan unas varillas y utensilios especiales con punta redonda ayudándose de la luz para mirar en relieve. A veces también emplean la cola caliente y una especie de ventosas. Valiéndose de un juego de muñeca que se perfecciona con los años y calculando la presión, poco a poco, el aspecto del vehículo regresa a su estado inicial.
No obstante, aunque ayudan a aligerar el exceso de trabajo, todavía quedan muchos meses de faena por delante: «Un daño leve, es decir, arreglar capó y techo sin que requiera pintar después, se realiza en un día. Un daño medio, en un par de días o tres. Pero un daño grave, de varilla tienen cuatro o cinco días y luego normalmente requieren pintura, por lo que en total se tarda alrededor de una semana. Por eso destacan los más graves por la dificultad de la reparación», aventura Castillo.