Barbastro

Las Capuchinas, finalmente, se quedan en Barbastro

El Obispado de Barbastro-Monzón confirma que las Hermanas Clarisas Capuchinas se quedan en el convento de Barbastro

Capuchinas se quedan Barbastro
El convento de las Capuchinas, finalmente, va a permanecer abierto. Foto: S.E.
El Cruzado
05 octubre 2023

Aunque en abril pasado anunciaron su marcha, las Hermanas Clarisas Capuchinas han decidido, finalmente, que se quedan en Barbastro. Una ciudad a la que llegaron en el año 1670. El Obispado de Barbastro-Monzón confirma este hecho.

Ha sido un verano intenso. Tras el anuncio de su marcha, las Capuchinas y la Diócesis emprendían el proceso marcado por la Iglesia para las supresiones canónicas. Ha sido en el transcurso de este proceso cuando las hermanas han decidido echar marcha atrás en su decisión.

Según explica el Obispado en nota de prensa, la hermana Florence Syombua Mwania, abadesa del monasterio, ya se lo ha comunicado al obispo. «Las muestras de cariño recibidas, así como el acompañamiento del Obispado» son las causas que les han animado «a seguir apostando por la que ha sido su casa durante más de tres siglos», explican.

Las Capuchinas en Barbastro

La congregación de las Madres Capuchinas se instaló en Barbastro, no sin dificultades, en el año 1670. Levantaron su primer convento un año después, fundado por el obispo de Barbastro Diego Antonio Francés de Urritigoyti y sufragado en buena parte de su propio pecunio. Las religiosas vivían en un convento ubicado en la calle de la Trinidad – lo que actualmente se corresponde con la Estación de Autobuses y los jardines de la plaza de Aragón-. Aquí residieron durante 77 años, pero su estrechez y poca salubridad recomendaron la construcción de un nuevo convento en 1727. Fue en el lugar más alto de la ciudad, en el Entremuro, donde fue necesario allanar peñas y montes para sostener la edificación.

El 21 de agosto, el obispo Carlos Alamán bendijo y colocó la primera piedra de la iglesia, dedicada al Dulce Nombre de Jesús. El nuevo convento se construyó con donativos de los vecinos y, en buena medida, de doña Leonor Carrillo de Albornoz, hija del duque de Montemar y esposa del sargento mayor del Regimiento de Caballería de Malta. Contribuyó con 400 escudos y escribió a obispos y arzobispos para que contribuyeran.

El convento se dio por concluido en 1737. El traslado de la comunidad se realizó con una procesión en la que las religiosas portaron la imagen del Niño Jesús que preside el retablo mayor del convento. Dos de las hijas de doña Leonor y hermanas del General Ricardos, Clara e Inés, fueron Capuchinas y a ellas dejaron los «Ricarditos», nombre popular de sendas las figuras del Niño Jesús que ambas aportaron y que forman parte de una colección de 35, seña de identidad patrimonial y devocional del convento.

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