De puertas adentro, el mundo de la justicia se presenta bastante desconocido para los ciudadanos. La barbastrense Charo Juste Puente se ha jubilado recientemente de su puesto en los juzgados de Barbastro y repasa con El Cruzado Aragonés su trayectoria y los entresijos de su labor desde sus inicios.
¿En qué consistía su trabajo de gestora procesal?
Se trata de una categoría dentro de la administración de justicia. Me dedicaba a tramitar procedimientos. Preparaba toda la documentación de cara a un juicio, siempre ateniéndonos a las resoluciones judiciales, porque no podemos convocar un juicio sin esa resolución. Y luego ejecutamos estas, con la citación a las personas que van a comparecer, dar traslado a documentos…
¿Se trata de una administración que funciona lenta?
La justicia no es lenta, pero depende de los procedimientos y algunos comprenden mayor complejidad y requieren de unos trámites y unos plazos. Puede que falten medios y personal, pero la administración de justicia es garantista y se deben cumplir esos plazos.
Usted comenzó su carrera antes de que existieran los actuales juzgados.
Comencé mi andadura en el año 1980, en el juzgado único de primera instancia e instrucción, que estaba situado en un piso en casa Acín. Me imponía muchísimo respeto, pero me guiaron excelentes profesionales, como María José Escartín, Fernando Berdejo y María José Nevot. Fueron mis mentores y aprendí de ellos de maravilla.
¿Cómo entró a formar parte de ese juzgado?
Tenía el bachiller superior y buscaban personal que pudiera estar preparado para ese trabajo. Yo estaba en una academia. Me aprobaron y entré. Luego tuve que formarme y me presenté y aprobé dos oposiciones: una de los cuerpos de oficial de la administración de justicia y la otra de auxiliar. Así que obtuve plaza de funcionario de carrera en Sabadell y en Lérida. Pedí excedencia en el primero y continué en Lérida. Hasta que pude pedir traslado a mi juzgado de Barbastro. Y he ahí he desempeñado mis funciones hasta que me he jubilado. Primero como oficial de la administración de justicia y luego como gestora procesal.
Cambió de instalaciones y también habrá vivido los cambios tecnológicos.
En aquellos juzgados de casa Acín empecé con una máquina de escribir de principios del siglo XX. No teníamos ni máquina copiadora y había que poner papel de calco y papel cebolla para conseguir las copias. Todo muy rudimentario. Fue un salto las máquinas de escribir eléctricas con visor, que permite retroceder sin utilizar típex. Pensaba que era imposible que mejorara y llegaron los ordenadores, con sistemas cada vez más sofisticados.
Y en Barbastro vivimos un proyecto pionero con el expediente digital, papel cero. Se trataba de digitalizar todos los procedimientos. Yo lo veía imposible, sin papel… Me sentía más segura con papel hasta que me di cuenta de que era mejor evolucionar.
¿Y cómo se trasladó eso del papel cero a una sociedad tan envejecida?
Se trabaja de manera electrónica de cara al interior de la justicia. A las personas que intervienen se les manda la citación en papel. Para los profesionales, todo se gestiona de manera virtual.
Se ha desterrado la imagen de un funcionario rodeado de columnas de papeles.
Sí, yo las he tenido y ahora estaba con la mesa limpia. Aunque se sigue trabajando con legajos, carpetas con documentos físicos: por ejemplo, un particular que ha hecho una manifestación y la ha firmado y hay que guardarla.
Ha vivido múltiples cambios en materia legislativa…
Sí, fueron cambios importantes cuando el Gobierno de Aragón asumió las competencias en justicia. Y en materia legislativa recuerdo cuando llegó la ley del divorcio en 1981, que no se permitía desde la Segunda República. Creo que empezó muy tímidamente. También la reforma del código penal en 1995, que fue cuando desapareció por completo la pena de muerte, hasta entonces limitada a casos de guerra. Y por mandato constitucional, la ley del jurado, que permitió a los ciudadanos participar en la administración de justicia. Pero yo no valoro el porqué de esos cambios. Siempre he confiado en los legisladores y en los administradores de justicia, que ahora están muy denostados.