Se acerca el Día de los Inocentes, ese paréntesis anual en el que la broma y la exageración encuentran su coartada perfecta. Una jornada que nos aboca hacia el final de año y da pie a unos días propicios para la pausa, para el balance y, sobre todo, para la reflexión serena.

El cierre de un año invita a revisar lo vivido, tanto en lo personal como en lo colectivo. Como en otras ocasiones, El Cruzado facilita con su hemeroteca un repaso a los intensos meses vividos en 2025. No han faltado los debates públicos marcados en demasiadas ocasiones por el ruido, la urgencia y la polarización.

Quizá por eso, este tiempo de descanso debería servirnos para algo más que desconectar: debería ayudarnos a recuperar la perspectiva.

Ya advertimos hace un tiempo que la vista de los políticos se encuentra en el calendario electoral. Al poco más de un año que falta para las municipales se ha sumado el adelanto de las elecciones autonómicas. En ese contexto, conviene recordar que los extremos rara vez ofrecen soluciones duraderas. La política, como la vida pública en general, se empobrece cuando se reduce a consignas simples, a emociones desbordadas o a la confrontación permanente. No todo puede ni debe decidirse desde la víscera.

Por eso, es momento de exigir propuestas, de valorar trayectorias y de analizar con rigor qué modelo de comunidad queremos construir. El balance de fin de año no debe quedarse en el reproche fácil ni en el entusiasmo acrítico, sino abrir la puerta a una mirada responsable hacia el futuro.

Entre inocentadas, brindis y días de descanso, convendría recordar que el nuevo año nos interpela como ciudadanos. Mirar adelante implica hacerlo con sentido común, alejados de los extremos y con la voluntad de participar de manera informada y constructiva en la vida pública.