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El trayecto Selgua-Barbastro se recorría en algo menos de media hora, pero ha estado toda una vida en boca de los vecinos de la ciudad. El ferrocarril ha causado a lo largo de la historia una situación candente, sobre todo desde que el 15 de diciembre de 1969 se dejaran de transportar viajeros hasta la ciudad del Vero. Hasta entonces, el sistema tranviario tenía un siglo de servicio, pero todo se vino abajo por la clausura de Renfe al ser “una línea de baja rentabilidad”.
Pero la cosa no parte de ahí, sino que en la década anterior ya había preocupaciones en la tierra. El 14 de febrero de 1953, El Cruzado se hace eco en su portada de una noticia que publica El Noticiero de Zaragoza que rezaba así: “Se dice que el veterano y joven periódico de Barbastro viene desarrollando una bien orientada campaña en favor de la mejora de las comunicaciones ferroviarias con el resto del mundo. Saca las cuentas a la Renfe y demuestra que el ramal Selgua-Barbastro, de 20 kilómetros, rinde diariamente 45.000 pesetas brutas; y a pesar de esto hay en servicio un material antidiluviano”.
En enero de 1967 corren los primeros rumores acerca de la supresión de dos servicios de viajeros, en el ferrocarril Selgua-Barbastro, “al parecer por resultar antieconómicos”. Un año y medio después, en agosto del 68, el semanario titulaba en su portada “La Burreta, al museo”: Una moderna máquina, de tracción diésel, ha entrado en servicio desde el pasado martes para cubrir la distancia por ferrocarril del ramal Selgua-Barbastro y viceversa, viniendo a sustituir a nuestra familiar “burreta”.
En 1969 cesa la actividad viajera. No sería hasta la década de los ochenta cuando ya se empezó a pedir “intentar conseguir la reapertura del ramal Selgua-Barbastro”. Es entonces cuando se reclaman también “algunas gestiones encaminadas a mejoras en el servicio de ferrocarril y en definitiva, a conseguir una mayor revitalización del ramal”.
En 1984, El Cruzado asegura que Renfe está “dispuesto a cerrar el ramal porque carece de rentabilidad” y a final de ese mismo año, en diciembre, se anuncia el cierre definitivo de la línea Selgua-Barbastro. Diez años más tarde, el 15 de enero de 1994, el periódico conmemora los 25 años sin “La Burreta”. Se trata de una de las 700 estaciones “donde no se detienen trenes de ninguna clase. Hace un cuarto de siglo que la falta de rentabilidad acabó con la última “Burreta” en el museo ferroviario, sustituyéndola por un servicio de ferrobús directo con Barcelona que duró muy poco”.
En 1998 se levantan los raíles de las vías por donde pasaba el ferrocarril Selgua-Barbastro
Los servicios técnicos de Renfe llegan a Barbastro en junio de 1998 para levantar los raíles de las vías por los que pasaba el ferrocarril del antiguo ramal Selgua-Barbastro, “todo un símbolo para recordar que por esa línea circularon ocho trenes de viajeros y dos de mercancías”. Solo un año después, se conoce que los empresarios del polígono industrial ‘Valle del Cinca’ estudiarían crear un apeadero de Renfe en estas instalaciones para favorecer el transporte de mercancías. La recuperación de parte del ramal supondría, según Santiago Lisa, concejal de Desarrollo de entonces, “desviar las materias peligrosas de la carretera”.
La junta gestora de la nueva Asociación Barbastrense de Amigos del Ferrocarril nace en febrero de 2001. Joaquín Coll y Carlos Gómez se ponen al frente de la comisión, con un grupo de ocho vocales. La “Marcha Verde” de 2011 en la que participaron un grupo de 50 senderistas pidió un itinerario por la antigua vía del tren. Joaquín Torres muestra su recuerdo en el ‘Extra’ de El Cruzado de 2012: “Selgua sigue viva, aunque ya no pasen las altivas locomotoras de vapor…”.
El periodista Luis Carandell publicó el 20 de diciembre de 1969 en la revista Triunfo una esquela con la que se daba cuenta de la muerte del tren Selgua-Barbastro, que dejó de funcionar cinco días antes. La esquela, publicada en el ‘Extra’ de 2019, rezaba así: “El tren de Barbastro a Selgua por otro nombre llamado “La Burreta” ha fallecido a los 89 años de edad, el día 15 de diciembre de 1969 víctima de la incomprensión administrativa. Su desconsolado padre, el ferrocarril de Zaragoza a Lérida; su esposa, la Subida de la Almunieta; sus hijos, ferroviarios y empleado, y el resto de la familia, compuesta por el atribulado pueblo de Barbastro”.