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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
26 febrero 2024

Cuando esto escribo, las elecciones gallegas han sido ganadas por el Partido Popular. Falta contar los votos de residentes en el extranjero, pero parece que no alterarán, sustancialmente, este resultado. Algunos comentaristas dicen que el asunto de la amnistía ha podido pasarle factura al Partido Socialista, que ha caído en picado en esa comunidad autónoma. No es descabellado. Un par de días antes, quizás tres, salió el ministro Puente en televisión largando un discurso sorprendente: la amnistía permitirá un descargo de trabajo para los jueces que ya no tendrán que instruir ni sentenciar a quienes intervinieron, de un modo u otro, en el proceso de declaración de independencia de Cataluña. El ministro, del que acabo de saber que fue abogado, lanzó sin sonrojarse esta particular teoría e insistió en que la amnistía es una bendición se mire por donde se mire. El poder ejecutivo omnipotente, el poder judicial para los asuntos menores, delitos comunes y poco más: la división de poderes a la basura. Ese mismo día se presentaba en Madrid un volumen en el que 78 juristas –conocidos y reconocidos, de prestigio, pero del de antes– encabezados por Manuel Aragón, explicaban por escrito y con su firma por qué la amnistía no es constitucional. Es posible que no añadan nada nuevo a cuanto ya se lleva dicho en distintos foros, pero es loable que algunos –no pocos– decidan dar la cara y mostrar su punto de vista de manera razonada, con argumentos serios y fundados en derecho, en un momento en que la simplificación y el poco rigor se han instalado en el gobierno y en sus aledaños.

D. Juan Donoso Cortés, con ocasión de la discusión de la tutela de la Reina Isabel II, menor de edad, decía en 1841 “…Tenemos tal hartura de ciencia, que hemos llegado al extremo de no saber a punto fijo si hay Dios, si la insurrección es una virtud o un crimen, si los que se levantan contra las autoridades legítimas son rebeldes o son héroes, si deben pagar su crimen en un cadalso de madera, o si se debe eternizar su memoria en una estatua de bronce…”. No era tampoco un santo el marqués de Valdegamas, al que, en ese caso concreto, empujaba su ambición de ser nombrado tutor de la reina, aspiración que quedó en nada porque lo fue D. Agustín de Argüelles, Presidente del Congreso entonces. Resulta estremecedor pensar que esas palabras podrían haber sido dichas hoy mismo. Esas palabras, tan medidas, nos recuerdan que la historia se repite; que se aprende poco del pasado; que la ambición y los intereses espurios suelen estar más veces de las que conviene por encima del interés del Estado. Esas palabras, tristemente, nos enseñan, también, que antes los políticos empleaban con mucha más precisión y elegancia el lenguaje.

Se dirá ahora que esas elecciones eran en una parte concreta del territorio, no eran unas generales y seguro que discurrirán argumentos varios para desviar la atención. Siempre esperando que escampe, todo pasa, pasará esto también. No hay peor sordo que el que no quiere oír. Nadie será responsable de este batacazo. No. Como los burros a los que se ponen orejeras para que tiren hacia adelante, no habrá marcha atrás. Ya andan pidiendo prórroga en las Cortes para rematar la susodicha ley, imperturbables. Y mientras, muchos seguirán palpándose el corazón, aún a su izquierda, extrañados de que siga en su sitio. Desencantados y tristes, muy tristes.

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