Dejó atrás la ciudad que le había visto crecer al segundo día del estallido de la guerra. Entre bombardeos y mucho miedo, tuvo que pasar la primera noche en un refugio antiaéreo. Después, emprendió un viaje junto a su madre y su hermana sin saber muy bien qué estaba ocurriendo en su país.
Kyryll Kozikov nació en Kiev hace 17 años y es estudiante de primer año de Marketing. En su rostro se aprecia el semblante de alguien noble, cercano y con una vitalidad que canaliza a través del fútbol. El deporte que ama. Por suerte, va a poder seguir desarrollando su pasión en la provincia mientras vive en Lascuarre, un pequeño pueblo de la comarca de la Ribagorza al que llegó hace más de dos semanas. El pasado viernes ya completó un entrenamiento con el CF Graus, equipo de Primera Regional. Kozikov volvía a disfrutar.
Tras el estallido del conflicto y durante cuatro días, vivió en la casa de su abuela, situada en un pueblo de Ucrania. Después partieron a Lviv, al oeste de Ucrania, a unos 500 kilómetros. “Fuimos en coche, pero había muchos bloqueos de carreteras y un equipo militar por el camino. Íbamos muy lentos y tuvimos que pasar la noche en pueblos pequeños debido al toque de queda”, apunta el joven.
Desde Lviv llegaron a la frontera con Polonia y la cruzaron a pie. Seis horas de camino. “Había mucha gente y muchos niños. Hacía mucho frío”, recuerda. Llegaron a Viena en un tren gratuito que ofrece la Unión Europea. “Doy las gracias a los gobiernos de la UE por apoyar a los ucranianos en un momento difícil”. Desde ahí, un avión les trajo hasta Barcelona gracias a los billetes –también gratuitos– que proporcionó WizzAir.
En España se sienten “seguros” y, para ellos, eso es lo más importante. Una vez asentados, “tratamos de olvidar todo el horror de la guerra pero estamos muy preocupados por Ucrania”. La vida de Kozikov y la de los suyos continúa en Lascuarre, en la casa de Paco y Olga, su familia de acogida. “Son muy amables con nosotros”, recalca agradecido. Su padre murió de forma repentina el año pasado. Su abuela, de 82 años, se ha quedado en Ucrania. “Es bueno que haya gente tan receptiva. Me gustan los españoles; los españoles y los ucranianos tienen mucho en común”.
No puede dejar de recordar lo que vivió hace apenas unos días: “Fue aterrador. Me enteré de que la guerra comenzó a las 6 de la mañana, el 24 de febrero, pero al principio no entendí bien todo el horror. Las sirenas comenzaron a sonar, los aviones de combate sobrevolaron mi casa y en la televisión mostraron la destrucción de edificios por los ataques con cohetes, civiles heridos y muertos de las ciudades”.
“Es bueno que haya gente tan receptiva. Los españoles y los ucranianos tienen mucho en común”
Kyryll Kozikov
También se acuerda de su presidente, Vladimir Zelensky, por informar “rápidamente de la situación a través de todas las fuentes de información posibles. Tratamos de no entrar en pánico cuando sonó la sirena y tuvimos que bajar a los refugios antiaéreos. La alcaldía de nuestra ciudad informó sobre su ubicación. Pasamos la primera noche en un refugio antiaéreo. Al día siguiente decidimos irnos de Kiev, a la casa de mi abuela, que está a 80 kilómetros de mi ciudad”.
Un viaje largo de seis horas, cuando generalmente lo completan en una. “Los militares volaban durante el camino. Fue aterrador. Realmente quería sobrevivir”, relata todavía asustado. Llegaron a una casa que había estado vacía todo el invierno. No solo el miedo de la guerra congelaba sus cuerpos. “Salimos de Kiev escuchando sirenas y explosiones en otras partes de la ciudad. No tuvimos tiempo ni de coger nuestras cosas ni comida. Tampoco había pan en las tiendas. En el pueblo, los vecinos compartían patatas y huevos”.
El fútbol, una vía de escape en medio de la guerra
Juega a fútbol desde los seis años. Durante los últimos cuatro años ha defendido la camiseta del Lokomotiv Kiev, en la Primera Liga. Participó en los campeonatos de Kiev y en el campeonato de Ucrania, así como en numerosos torneos internacionales en Eslovaquia, Letonia, Hungría y Polonia. “Me gusta mucho el fútbol y tenía pensado seguir haciéndolo profesionalmente”, subraya. Su ilusión es seguir disfrutando del deporte en España, pero ahora mismo “no puedo planificarlo mucho porque no todo depende de mi y hay una guerra en Ucrania. Eso cambia mucho las cosas”. No se olvida de los que ya son sus amigos en Graus y su club de fútbol. Agradece al equipo “su hospitalidad” después de dejarle entrenar y espera que “sigamos siendo amigos en el futuro”. Aunque “hay una gran barrera entre nosotros por el idioma –él se comunica en inglés–, estoy aprendiendo poco a poco el español”. Cuando lo aprenda, asegura convencido, “será más fácil comunicarme”.
Kyryll es optimista con el futuro. “Amo mucho a mi país y a mi ciudad”. Casi se puede palpar en sus palabras las “ganas” que tiene “de que todo acabe lo antes posible y así pueda volver”. Sabe que el mundo entero apoya a Ucrania.