Voy en contra de mí misma, pero esta vez –y solo por esta vez– diré que una imagen vale más que mil palabras. Porque ni con mil y una se alcanza a describir del todo lo que recoge esta fotografía.
Sergio Samitier, en plena escapada de la Vuelta, atraviesa el Coso con una pañoleta azul al cuello. A los lados, decenas de manos levantadas, las mismas pañoletas ondeando, las caras de emoción y los aplausos que se confunden con los gritos. En los balcones, una pancarta de sus amigos de toda la vida; en la acera, otro de ellos se desmarca y le anima como si pudiera empujarle un metro más solo con la voz. En el asfalto, “Sami” escrito a tiza.
Una escena que habla de mucho más que de ciclismo. Un instante breve, apenas unos segundos, pero suficiente para condensar lo que significa competir en casa: orgullo, pertenencia y esa emoción compartida que trasciende al deporte.
Días después lo comentaba con Alfredo Pascual, un buen amigo y mejor periodista barbastrense. “Lo de Sami fue emocionante, pero quizá faltó algo más”, me decía. Y tenía razón. Porque esa imagen nació de abajo: de sus amigos levantando una pancarta, de la Peña de Sami apoyando cada pedaleo, de los vecinos volcados en la calle aplaudiendo. Todo eso estuvo el 30 de agosto en Barbastro, todo menos un impulso extra que convirtiera ese instante en un recuerdo colectivo de ciudad.
Sergio, como Marina Mata en el baloncesto, Moussa Macalou en el tatami, no solo son ejemplo: son la certeza de que desde aquí también se puede. Y se reconoce oficialmente, pero hay momentos en los que se necesita algo más que una foto o un mensaje de ánimo. Porque celebrar a Sergio no era solo celebrar una carrera: era reconocernos todos en una misma foto.
Quizá, para la próxima, entendamos que la magia no puede depender de una pancarta improvisada ni de la buena voluntad de los amigos. Hay momentos que piden algo más, un gesto que vaya más allá de la espontaneidad de la calle. Porque no se trata solo de recordar una carrera: se trata de que quienes gestionan Barbastro estén, de verdad, a la altura de la ciudad y de quienes la hacen grande.