Tribuna
Pedro Escartín
Tribuna

Una convicción subversiva

Pedro Escartín
04 agosto 2022

El filósofo George Santayana, que murió en 1952, acuñó la subversiva convicción de que «el progreso, lejos de consistir en cambio, depende de la retentividad, y cuando la experiencia no se retiene, como entre los salvajes, la infancia es perpetua». No sé de dónde sacó que los salvajes no retienen la experiencia; tendré que contrastarlo con algún antropólogo de prestigio, pero estoy seguro de que, si no retuviéramos en la memoria lo que hemos vivido y experimentado, nos mantendríamos perpetuamente en un estadio infantil. Por eso, suscribo lo que el propio Santayana formuló a renglón seguido: «los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo».

Ésta es ahora una convicción subversiva, porque lo progresista es cambiar, sin sonrojarse lo más mínimo por arrinconar la memoria o, por mejor decir, trocearla, apropiándose de unos pedazos en detrimento de los otros. Ya que esta operación no puede traer nada bueno para la convivencia de un país, me he animado a hacer un modesto ejercicio de esa retentividad que propugnaba el filósofo.

En la primavera de 1975, cuando asistíamos a los estertores del régimen surgido de una guerra civil y en medio de un clamor universal pidiendo clemencia para los últimos cinco condenados a muerte, los obispos españoles publicaron una Carta colectiva en favor de la “Reconciliación en la Iglesia y en la Sociedad”. Los mismos ultras de la derecha, que dos años antes habían gritado «Tarancón al paredón» al paso del cortejo fúnebre de Carrero Blanco, consideraron inaceptable la reconciliación que aquellos obispos, presididos por Tarancón, pedían con un discurso tan razonable como éste: «En nuestra Patria, el esfuerzo progresivo por la creación de estructuras e instituciones políticas adecuadas ha de estar sostenido por la voluntad de superar los efectos nocivos de la contienda civil, que dividió entonces a los ciudadanos en vencedores y vencidos y que todavía constituyen obstáculo serio para una plena reconciliación entre hermanos. Las nuevas generaciones, que no vivieron aquel conflicto, nos piden, y con razón, la generosidad suficiente para construir, unidos en la esperanza, un futuro más justo y más fraterno».

Entonces, el pueblo español fue lo suficientemente generoso como para hacer posible aquella necesaria reconciliación y, gracias a ella, hemos disfrutado de más de cuarenta años de pacífica y fructífera convivencia. Ahora parece que otros ultras piensan que este régimen ha tocado techo y les gustaría hacerlo pedazos. 

Se dice que los extremos se tocan y aquí tenemos un ejemplo. Estos ultras son de signo opuesto al de aquellos otros, pero igual de intransigentes y cegatos.

Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter

Leer más
Más en Tribuna