Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Un verdadero milagro de Dios (y V)

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
05 febrero 2023

A medida que os voy conociendo y sirviendo me siento más conmovido y bendecido. Me emociona constatar las entrañas de este pueblo que supo emerger de sus propias cenizas cuando hace 80 años fue sembrada su tierra de mártires. La gracia de Dios y el testimonio de un puñado de sacerdotes, consagrados y fieles laicos, pusieron en evidencia que un nuevo comienzo era posible.

Ni los escombros ni las cenizas pudieron extinguir la esperanza de un pueblo que supo poner a Dios como centro de su vida y a sus hijos como objeto de sus bendiciones. Y juntos volvieron a «sacralizar» sus templos y a reconstruir la casa común. Poco a poco fueron cerrándose las heridas y apagándose los reproches.

Sostenido por esta misma convicción, consciente de que el rescoldo de la fe sigue vivo, aunque aparentemente lo pueda ocultar sus cenizas, os invito a todos los hijos del Alto Aragón a impulsar un humanismo fresco y creativo inspirado en los valores que nos dejó Jesús de Nazaret; a redescubrir nuestra propia identidad, nuestra dignidad de hijos de un padre común que nos dejó como herencia una tierra hermosa y fértil; a buscar vías alternativas e innovadoras que nos ayuden a construir «puentes» y derribar «muros», con el único deseo de impulsar entre todos el bien común.

Es el momento de seguir caminando, hacia delante, sin dejar a nadie atrás, pero sin detenernos, sin perder el paso ni el ritmo porque este es nuestro camino. Cuando nos encontremos con escollos, que ya os aseguro que los vamos a encontrar, los tendremos que superar juntos con generosidad, poniendo por delante la comunión y siendo conscientes de que todos pertenecemos a una única y gran familia: la de los hijos de Dios. Hoy más que nunca, los cristianos estamos llamados a hacernos presentes en una sociedad herida, doliente, que necesita un mensaje claro de esperanza y amor.

En esta diócesis pequeña y humilde, cada uno de los bautizados somos responsables, individual y colectivamente, de que la alegría por ser hijos de tan buen Padre se extienda y prenda por igual hasta en el último rincón.

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