Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Un verdadero milagro de Dios (I)

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
01 enero 2023

El 27 de diciembre se cumplió el octavo año de mi nombramiento como obispo de la Diócesis de Barbastro-Monzón. Agradezco al Señor las innumerables bendiciones y muestras de afecto y apoyo que a través vuestro me ha regalado.

También valoro la ayuda desinteresada que Dios nos ha brindado a través de no pocos amigos comunes de fuera que sintieron como propia la encomienda que me hiciera el Papa y han luchado denodadamente por ayudarnos a resolver con gran profesionalidad y altura de miras los diferentes problemas que han ido surgiendo.

Doy por bien empleado tanto sufrimiento e incomprensión ante la urgente necesidad de reestructurar pastoralmente nuestra Diócesis para poder armonizar y coordinar con los efectivos humanos que disponemos las necesidades reales. Siento no haber sabido ser en todo momento el pastor de todos que se hace cordero para dar la vida por sus ovejas. Pido perdón a quienes involuntariamente no haya sabido acoger, escuchar, entender, querer, valorar o apoyar como ellos esperaban.

Vamos caminado, pasito a pasito, en este proceso de conversión, acorde con el modelo eclesial propuesto por el Concilio Vaticano II y dinamizado por el Papa Francisco. El mapa que marca nuestro rumbo diocesano está recogido en las dos cartas pastorales escritas por los obispos de Aragón.

Contamos además con el libro de Luis Rubio, Nuevas vocaciones para un mundo nuevo y con el folleto escrito por él sobre El animador de la comunidad cristiana.

Junto a esto nos hemos servido de tres imágenes muy elocuentes: La imagen de la orquesta con la que se visualiza que somos una única y gran familia de familias, con diferentes miembros (instrumentos), cada uno de ellos únicos e irrepetibles, todos necesarios e importantes; las barajas donde se visualizan los cuatro ámbitos pastorales (anuncio, caridad, celebración y comunión) y sus 92 servicios pastorales; y la matrioska donde se visualiza que en la comunidad cristiana más pequeña en nuestra extensa geografía se halla contenido íntegramente el ADN que nos identifica como pueblo de Dios.

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