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Pedro Escartín
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Un minuto por la paz

Año tras año, viene convocando a dedicar, a las 13 horas del día 8 de junio, al menos un minuto de oración por la paz

Pedro Escartín
07 junio 2024

Como ocurre con los objetos preciosos, que no es razonable dejarlos en las manos infantiles para que jueguen con ellos, también ocurre con la paz, que es demasiado valiosa como para confiarla sólo al cuidado de las torpes manos humanas. Pero la paz tampoco cae del cielo como la lluvia que en la primavera fecunda los campos.

Karol Józef Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II, había vivido en sus propias carnes los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Siendo Papa recibió, en el año 2000, a los participantes en el Congreso de la Asociación Nacional de Magistrados de Italia y les recordó que «vosotros, por vocación libremente aceptada, os habéis puesto al servicio de la justicia y, por eso, también al servicio de la paz. Los latinos solían decir: “Opus iustitiae pax” (la paz es obra de la justicia). No puede haber paz entre los hombres sin justicia». Y lograr la justicia es esa noble tarea de los seres humanos, que requiere un laborioso esfuerzo para alcanzar no sólo un justo ordenamiento jurídico, sino también para impulsar las convicciones que hagan posible ponerlo en práctica.

Siguiendo esta convicción, el actual papa Francisco convocó ya hace diez años al entonces presidente de Israel, Simon Peres, al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmüd Abbäs –AbuMazen, y al patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, para orar por la paz. Este encuentro tuvo lugar en los jardines vaticanos el 8 de junio de 2014. Aunque las oraciones de estos líderes no hayan logrado alejar la guerra de nuestro mundo y, en algunos casos, más bien ésta se haya recrudecido, Francisco ha seguido recordando la urgencia imprescindible de la paz y de la oración. En el Ángelus del 3 de marzo último dijo al mundo entero: «Los miles de muertos, de heridos, de desplazados, las imágenes de destrucción causan dolor, y esto con consecuencias tremendas en los pequeños y los indefensos, que ven comprometido su futuro. Me pregunto: ¿de verdad se piensa que de este modo se construye un mundo mejor? ¿Se cree realmente que así se alcanzará la paz? ¡Basta, por favor! Digamos todos: ¡Basta, por favor! ¡Deténganse!». Con esta dramática llamada, Francisco mantiene su inquebrantable convicción de que la oración es el instrumento adecuado para cambiar los corazones y, en definitiva, para conseguir la paz.

Un minuto por la paz

Porque la paz es obra de la justicia y ésta es tarea laboriosa que reclama la conversión de las convicciones y de las decisiones de los seres humanos. No son las armas ni el siempre frágil equilibrio de fuerzas entre unos y otros lo que asegura la paz, sino la justicia, que es una de las cuatro virtudes cardinales sobre las que gira una existencia saludable. Por eso, año tras año, viene convocando a dedicar, a las 13 horas del día 8 de junio, al menos un minuto de oración por la paz para revivir su encuentro de oración con aquellos líderes y para seguir sembrando semillas que fructifiquen iniciativas pacificadoras en el corazón de cada hombre y mujer de buena voluntad. Al Foro Internacional de la Acción Católica le ha dicho recientemente: «Inviten a todos los miembros, amigos de otras asociaciones, confesiones, religiones, a todas las personas de buena voluntad del mundo entero» a detenerse, inclinar la cabeza y rezar una oración por la paz allí donde te encuentres: en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en el barrio, en la familia, con los amigos, en la parroquia…».

Los evangelios testifican la absoluta confianza de Jesús en la oración. Con insistencia exhortó a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. ¿Hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una culebra? Si, pues, vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!». Pero es necesario pedir cosas buenas y con verdadero deseo. La veracidad de nuestro deseo se mide por la intensidad con la que nos aprestamos a llevar a cabo en nuestras vidas aquello bueno que pedimos.

Francisco nos invita a algo más que a un minuto de silenciosa protesta frente al pueblo israelí o palestino, frente a los rusos o a los ucranianos. Nos pide un minuto de oración, un minuto de reflexión orante que nos impulse a perdonar y solidarizarnos con los que tenemos a nuestro lado. Así es como el Padre dará esa cosa tan buena como es el deseo de paz a los que tienen en sus manos los destinos del mundo.

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