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Un cabezazo para la historia, un sueño abrazado y un Barbastro de Segunda RFEF

El gol de Umaru puso el 1-2 en el 90 que, pese a la derrota, certifica la permanencia del club barbastrense en la categoría como si de un guion de película se tratase

El Municipal de los Deportes estalló de alegría con la certificación de la permanencia. Fotografía: Jorge Mazón García
Jorge Mazón García Mazón García
18 mayo 2025

La ciudad de Barbastro despertaba durante la mañana de este domingo con un rumor distinto, como si el aire trajera consigo el eco de algo importante. Desde las primeras horas, la rutina habitual de la jornada dominical cedía paso a una expectación compartida: había partido, pero no era uno más. En juego, mucho más que noventa minutos de fútbol. Lo que se respiraba era un clima de tensión serena, una mezcla de esperanza y responsabilidad. Porque ese 0-2 logrado en tierras cántabras días atrás daba margen, pero no permiso para relajarse.

El Municipal de los Deportes se preparaba para convertirse en escenario de una jornada memorable. A medida que se acercaba la hora señalada, las gradas comenzaron a poblarse con rostros conocidos. Algunos llegaron con bufandas al cuello, otros con banderas. Padres de la mano con sus hijos, grupos de amigos con camisetas rojiblancas, vecinos que nunca fallan. En el ambiente, una sola certeza: la historia se estaba escribiendo y nadie quería perdérsela.

Desde Escobedo, alrededor de cincuenta personas desafiaron la distancia para acompañar a los suyos. Sabían que la remontada era difícil, pero no imposible. Se apostaron en su rincón del estadio, armados con cánticos y una fe inquebrantable.

El sol golpeaba sin clemencia sobre el césped cuando los jugadores saltaron al terreno. La grada, encendida, desplegó un mensaje claro: “Barbastro abraza su sueño”, recordando las grandes noches coperas vividas durante las últimas temporadas en el feudo barbastrense.

El balón comenzó a rodar, y con él, los nervios. El Barbastro quiso tomar las riendas desde el principio, intentando dormir el partido, jugando con el tiempo, con la ventaja. El Escobedo, en cambio, buscaba el espacio por donde colarse, tratando de acortar la distancia global en el marcador.

Los primeros compases ofrecieron poco en ataque. Apenas un intento escobés tras una falta lateral en el 27, neutralizado por su propio compañero, y una internada sin culminar poco después. Por parte local, la primera chispa llegó de los pies de Xavi Sola, que probó desde fuera del área sin mayor consecuencia. Poco antes del descanso, Nico Magno también intentó una acción ensayada que no halló destinatario. Así, sin grandes sobresaltos, se llegó al intermedio.

La segunda parte comenzó con una oportunidad clara. Guille Alonso se coló en el área rival y su disparo se estrelló en el larguero. El grito de gol se quedó congelado en la garganta de todo el estadio. Aquel disparo pudo cambiar el curso de los minutos siguientes.

Pero fue el Escobedo quien dio el siguiente golpe. En el minuto 70, tras un balón que quedó suelto dentro del área, Saza no perdonó. 0-1. La grada visitante estalló con el “Sí se puede”. De pronto, los fantasmas de la remontada se hicieron visibles. La grada local contuvo el aliento.

Apenas quince minutos después, Saza volvió a aparecer. Otra vez centro, otra vez remate. 0-2. El silencio se apoderó del estadio. La euforia escobesa contrastaba con la incredulidad de los barbastrenses. Algunos jugadores del Barbastro miraban al suelo, otros al marcador. Mientras, los jugadores del Escobedo, eufóricos, fueron a abrazarse con su gente a la grada. El goleador rompió a llorar fruto de la emoción y tensión acumulada. Todo volvía a estar en tablas. Todo se decidiría ahora.

Los siguientes minutos fueron una batalla emocional. El Barbastro reaccionó. En el 86, otra vez Guille Alonso intentó un disparo que se marchó por encima del larguero. El Escobedo rozó el tercero en el 88, pero entonces apareció Javito. El capitán, con un cruce providencial, bloqueó una volea que parecía tener destino de red y que pudo resultar determinante para el devenir de la historia del club barbastrense. Fue una acción que valía tanto, o más, que un gol.

Y entonces, llegó el minuto 90.

El Barbastro forzó una acción a balón parado. La grada, de pie, empujaba con la voz. El balón voló al segundo palo y allí, en el momento justo, apareció Umaru. El remate de cabeza fue una declaración de resistencia, un acto de fe. No fue solo él quien saltó. Saltó todo el Municipal. El estadio rugió como pocas veces lo había hecho.

El gol cambió todo. El Escobedo, abatido, no tuvo respuesta. El Barbastro defendió con todo hasta el pitido final. Incluso falló un penalti que podría haber sentenciado el marcador, pero ya no importaba. Cuando el árbitro señaló el final, el resultado global (3-2) ya estaba sellado.

Entonces, el campo se llenó. Jóvenes aficionados invadieron el césped. Los jugadores se abrazaban entre ellos, algunos lloraban, otros regalaban sus botas. La escena era la de un equipo que había escapado del abismo por escasos centímetros y había regresado. Umaru, el autor del gol decisivo, fue el mayor reclamo de sus por compañeros y seguidores. Estaba viviendo su gran día.

La fiesta continuó en los vestuarios. Agua por los aires, cánticos, altavoces, abrazos. La Brigada Rojiblanca se unió al festejo. Era una escena caótica y alegre, de esas que no se olvidan. Un instante congelado en la memoria de quienes lo vivieron.

Con esta permanencia, la UD Barbastro firmó otro año más en Segunda RFEF. Un logro que, más allá del dato deportivo, quedará como una historia de resistencia. Una página más en el libro del fútbol barbastrense. Una historia que, con el tiempo, sabrá contarse con la emoción de quienes la vieron suceder.

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