La línea ferroviaria conocida como la «burreta», que conectaba Barbastro con Selgua, dejó de operar para pasajeros en 1969. No obstante, el transporte de mercancías continuó algunos años más, hasta que, finalmente, se clausuró en 1984. Su último maquinista fue Antonio Arbó Rosell.
¿Cómo llegó a convertirse en el maquinista de la «burreta»?
Yo nací en Lérida y a los 14 años comencé a trabajar como aprendiz en una empresa que prestaba servicio a Renfe. A los 18 años, cuando me hicieron fijo, ya me había convertido en un oficial. Así que me destinaron a Barbastro porque existía una plaza sin cubrir en la que necesitaban urgentemente a un trabajador. Al principio me hice cargo como mecánico de siete locomotoras que hacían servicio diariamente a Castejón del Puente y Selgua. Después, me autorizaron como maquinista. Trabajé en esa línea desde los 18 hasta los 43 años, más o menos.
En Barbastro conoció a su mujer y formó una familia.
Mi principal recuerdo de Barbastro es conocer a mi señora, que se llamaba Monserrat Franco Baldellou. Mis dos hijas, Montsita y Rosamari, también nacieron allí. Además, mi mujer tenía a toda la familia repartida entre Barbastro y Hoz. De hecho, mi cuñada Charo era del Bar Victoria, en el Coso. Y mi cuñado Mariano regentaba un taller mecánico ubicado en la carretera de Salas.
En la parte de arriba de la casa de mi suegra, en el Entremuro, construimos un piso pensando en quedarnos a vivir allí. Pero entonces eliminaron la línea.
De hecho, continúan manteniendo una casa en Hoz.
Ahora llevamos un tiempo sin ir, pero siempre que podemos, vamos, porque allí se respira el oxígeno muy limpio.
¿Cómo recibió la noticia de la eliminación de «la burreta»?
Con mucha tristeza. Se trataba de un puesto de trabajo muy cómodo porque no hacíamos noches.
Me dio mucha pena abandonar nuestra casa. También despedirme de los trayectos, así como olvidarme de los silbidos, del humo y del vapor. Y luego la amistad y complicidad con los trabajadores de las diferentes estaciones. Pero todo fue desapareciendo, junto con los raíles, día tras día…
¿Dónde continuó su labor?
Cuando se cerró la vía nos dieron dos opciones: o irnos a casa o estudiar en Madrid para aprender sobre las eléctricas y el cambio del vapor. Yo opté por estudiar y, para ello, tuve que dejar a mi familia en Barbastro. De los 62 que fuimos, solo aprobamos dos.
Al terminar, me recorrí toda España haciendo prácticas durante dos años. Nos mandaban a eliminar lo que quedaba del vapor. Íbamos retirando toda la infraestructura y luego lo llevábamos hasta el desguace ubicado en el barrio de Villaverde Alto de Madrid.
En Barcelona aprendí sobre la conducción de toda la clase de trenes que existían. Después, vi una plaza vacante en Tarragona y como ya solíamos veranear allí, opté por trasladarme con mi familia a esta ciudad, donde finalmente me jubilé.
¿Qué vivencias recuerda de su estancia aquí?
Muchas, y todas buenas. Por ejemplo, colaboré como maquinista en la película Jaque Mate (1969), en la que actuaba Enrique San Francisco. Allí conocí la labor de los extras de las películas y me pareció muy arriesgada.
También me acuerdo de muchos de mis compañeros, como los maquinistas Baudín, Tomás y Jonás, el encendedor Pascual o el peón José.
No obstante, todavía veo, cada mañana, los cuarteles de Barbastro desde las ventanillas de la «burreta». Y el sonido del pito que anunciaba la salida del tren.
En mi memoria el pueblo sigue vivo y la «burreta» sigue en mi corazón.