Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Siglo XX, siglo de los mártires

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
20 noviembre 2022

Hace quince días iniciamos la Causa de Beatificación de los siervos de Dios Félix Sanz Lavilla y 251 compañeros mártires. Aún resuenan las palabras que pronunció el vicepostulador, Antonio Plaza, a propósito de un siglo XX calificado como el siglo de los mártires, un siglo que nos dejó un estremecedor saldo martirial, mayor que en todos los siglos anteriores.

Varios miles son españoles y nuestra diócesis, proporcionalmente, está entre las primeras de España. Como explicó Antonio Plaza, todos los mártires «fueron a la muerte conscientes, serenos, conformados, como mansos corderos llevados al sacrificio. Y perdonando a sus verdugos.

Los mártires son cristianos que escogieron la muerte antes que renegar de su fe. Están en el cielo y son intercesores y ejemplos. Entre los 252 hay de todas las vocaciones: sacerdotes, religiosos, seminaristas y seglares: la Iglesia entera está representada. Se puede llamar con todo derecho diócesis martirial.

Los mártires de esta causa junto con los beatificados forman una comunidad martirial. Ambos grupos –beatificados y por beatificar– regaron generosamente nuestra tierra con su sangre. Ambos murieron en las mismas fechas y compartieron cárceles, angustias, verdugos, insultos, torturas, fusiles y fosas. Y todos se apoyaron y animaron mutuamente al martirio.

¿Qué podemos hacer por ellos? «Hay que desempolvar los recuerdos para completar sus historias y hacerlas llegar a Roma a través de nuestras parroquias. Hay que recopilar los objetos que ellos usaron. Hay que conectar con ellos, rezarles pidiendo su intercesión, porque nos escuchan y son muy poderosos ante Dios», señala Antonio Plaza.

Y en esa sugerencia insisto: ayudadnos, aquellos que conocisteis sus historias, a completarlas y reconocer a quienes «sembraron la fe en nuestros corazones y regaron la semilla con su sangre. Murieron violentamente, solos, muchos bárbaramente mutilados e insultados, en un rincón del cementerio o en cualquier ribazo o cruce de caminos. Su semilla fue muy fecunda y sigue teniendo raíces profundas en nuestra sociedad. Merecen nuestro recuerdo y nuestro agradecimiento».

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