Cuando esto escribo, ha trascendido la propuesta del gobierno de llevar a efecto una reforma de la Constitución para incorporar un nuevo derecho que sería algo así como un derecho de la mujer sobre su propio cuerpo y su sexualidad, o similar, no se han concretado aún muy bien los términos. Lo dice ahora el gobierno haciendo suya una propuesta del sector Sumar de dicho gobierno, que formuló hace un tiempo. En aquel momento, la ministra del ramo contestó que no era posible embarcarse en una reforma así, puesto que se precisaba una mayoría cualificada para reformar la Constitución en ese punto concreto y dijo bien. Sin embargo, ahora, sin que hayan cambiado nada los porcentajes de las fuerzas del Parlamento, se cambia de criterio y se dice que se va a emprender dicha reforma.
Cada poco, se quiere reformar la Constitución, es una constante en este país nuestro. La reforma de nuestra Constitución es posible, pero por ser la Norma Suprema el procedimiento que se establece es diferente al que se sigue para las leyes ordinarias. Esto es así en los países de nuestro entorno occidental con regímenes similares al nuestro. La Constitución puede reformarse, eso dijo Jefferson hace ya mucho, puesto que hasta entonces se entendía que, precisamente, por la importancia de esa norma, que nace del Poder Constituyente, de todo el pueblo, no podía ser modificada –la Ley de Principios del Movimiento Nacional decía también que los principios contenidos en dicha ley eran, “por su propia naturaleza, permanentes e inalterables”, pero esa es otra historia–. En nuestra Constitución se acordó un sistema que asegurara un consenso de los ciudadanos similar al que tuvo en el momento en que fue aprobada. Por eso, y no por ningún capricho, reformar la Constitución tiene su procedimiento y para hacerlo respecto de ciertos aspectos, que se consideraron más sensibles, como en el caso que nos ocupa, esto es, la incorporación de un nuevo derecho, se precisa, además de contar con mayoría cualificada, si se llegara a conseguir, disolver las Cortes, convocar elecciones, volver a someter la cuestión a las nuevas Cortes y, de aprobarse, por la misma mayoría cualificada, someterla a referéndum de todos los ciudadanos. Puede parecernos farragoso, incluso excesivo, pero seguimos siendo un estado de derecho y eso es lo que nuestra Norma Suprema dice que hay que hacer.
¿De verdad ha pensado el Gobierno en serio llevar a cabo este proceso? Oímos todos los días que se va a agotar la legislatura y ahora resulta que propone algo que le obligaría a disolver las Cortes antes de que acabe la legislatura. Pero es que, además, ni cuenta con la mayoría necesaria para aprobar dicha reforma en las Cortes, es sabido, luego esta propuesta que se hace ahora parece descabellada, abocada al fracaso y ofende la inteligencia de cualquiera. Se hacen cábalas sobre los verdaderos motivos de este movimiento absurdo, pero, también puede ser que se realice la propuesta única y exclusivamente para buscar, de nuevo, la adhesión de las mujeres después de otra también descabellada del Partido Popular en Madrid y del patinazo del gobierno en el asunto de las pulseras protectoras de las víctimas de violencia. Ya cansa que se nos zarandee de esta forma. Hubo un tiempo en que se quería reformar la Constitución para acabar con la desigualdad en el trato a quien fuera sucesor a la Corona, apelando al derecho de la mujer a reinar si nacía la primera, asunto que se abandonó en cuanto nacieron dos hijas y ya hay princesa de Asturias. Punto. Ya no se ha vuelto a tocar el asunto. Y en este tiempo último se movilizó a los ciudadanos, más a las ciudadanas, y en ese ambiente caldeado se aprobó la denominada ley del sólo sí es sí y se perpetró una chapuza que nadie con un mínimo conocimiento del derecho puede entender. Esto de ahora es, quizás, otra vuelta de tuerca para que las mujeres volvamos al redil y nos dejemos deslumbrar por el espejismo que nos presentan ahora y pensemos que tenemos en el poder a nuestros aliados, salvadores de la causa femenina, que a estas alturas ya no se sabe bien cuál es. Y, de paso, que les votemos para que vuelvan a seguir dándonos derechos, derechos a mansalva, derechos que luego dirán que no nos pueden dar porque los otros no quieren. Pero quiero creer que ni estos ni los otros ni los de más allá nos toman ya el pelo. ¿O sí?