Ramón Agraz ha perdido la cuenta de los años que ha asistido a la Candelera. Quizá su nombre no les suene, pero él es el cucharero, el artesano del boj. 

Agraz nació en Ceresa, a los pies de la Peña Montañesa, y en su infancia y juventud observaba cómo se realizaba esta tarea de modelar la dura y tersa madera del boj. En aquella época –comenta– estas herramientas embastadas eran enviadas desde Boltaña hasta Gerona para rematar el trabajo.

Cuando se jubiló, Agraz decidió  dedicarse a este menester. Persona autodidacta, aprendió solo basándose en sus recuerdos y su destreza.

Se retira y no existe sustituto. Aunque sí sabe de alguno que se dedica a este pasatiempo. «Se hace porque te gusta. Si vendes bien, si no también, porque esto no es rentable. Fíjate, hacer una cuchara me lleva dos días».

Pero se reafirma en que se trata de una estupenda afición sin ánimo de lucro. «Sé que hay quienes trabajan el boj y yo les digo que lo enseñen, que vayan a ferias y lo muestren, que no se pierda». Él ha sido muy feliz yendo de una feria a otra «porque he hecho amigos».

El boj carece de poros, así que Agraz asegura que sus productos duran hasta 50 años «eso sí, si no los dejan quemar». Y aunque coger boj está prohibido para usted y para mí, no para él porque «no todos los gatos entran por la misma gatera», concluye sonriente y satisfecho.