Este año el Centro de Desarrollo del Somontano (CEDER) cumplirá 30 años, que se dice pronto. Durante todo su transcurso de vida, esta entidad ha ayudado a numerosos empresarios que buscaban crear su negocio en la zona. En el pasado año 2024, han apoyado 18 proyectos de diferente índole, siendo 13 de ellos empresariales. Entre ellos se encuentra la empresa de construcción Codire, en Buera.
En el periodo de la pandemia, Ramón Farré, descendiente de Coscojuela de Fantova, decidió volver al pueblo. «Desde pequeño me he sentido muy vinculado a esta zona. Me pasaba el mes de agosto entero aquí, también Semana Santa…», explica. En ese momento, una vecina del pueblo le ofreció una tarea: un derribo en su casa. Una propuesta que Farré aceptó. «Yo no había cogido una paleta en mi vida. Pero como en ese momento no tenía trabajo, decidí aceptar», añade. Poco a poco, fue aprendiendo más labores y enamorándose del oficio. «Este empleo me producía mucha satisfacción porque al principio no sabía ni poner una bombilla y después aprendí a construir paredes, echar ‘planches’… por lo que me motivó desde un inicio», confiesa.
Años más tarde, conoció a Oriol Maíllo, un constructor con 20 años de experiencia en el sector que trabajaba como autónomo. Su mujer, además, proviene de Buera. Motivo por el que la empresa tiene su sede en este pueblo del Somontano. En ese momento Farré buscaba trabajo, por lo que Maíllo decidió contratarle. «Yo ya le avisé: le dije que si trabajaba para él, antes de un año o yo iba a crear mi negocio, o le iba a pedir ser socio. Y a raíz de ese comentario me dijo que a él también le interesaba montar empresa, pero que nunca se había atrevido por la administración que conlleva. Así que empecé trabajando para él y rápido vimos que congeniamos superbién. Por lo que a los tres meses ya estábamos creandola», rememora.
Esta nueva empresa de construcción, Codire, ofrece «un servicio integral que va más allá de la albañilería. Oriol adora la bioconstrucción, por lo que le gusta trabajar con productos que ya se utilizaban en esta zona hace 100 años. Como, por ejemplo, morteros de cal, yeso de Albarracín o teja árabe. Además, como trabajamos con muchas casas rurales, intentamos mantener su aspecto original, dejarlo lo más natural posible, tanto por fuera como por dentro con los materiales», desarrolla.
A día de hoy, además de Farré y Maíllo, en la empresa trabajan otras dos personas. En total, cuatro. Y en épocas puntuales, Farré explica que llegan a trabajar hasta seis personas. «Y nos planteamos contratar a más porque el teléfono no para de sonar. Tenemos que rechazar faenas porque no existen albañiles suficientes. Hemos ido hasta la escuela de albañilería y a los talleres de empleo a ver si se animan los estudiantes a formarse en este gremio. Existe poca gente joven que se quiera dedicar a la construcción», lamenta.
Pero formar esta empresa no fue un camino de rosas, como explica Farré: «El CEDER no solo nos ayudó a nivel económico, sino que sobre todo, a nivel administrativo. Por ejemplo, el plan de viabilidad, te diría que el 90 % nos lo hicieron ellos. Nos pusieron un poco la cabeza en su sitio a nivel de qué estructura íbamos a montar y qué números necesitábamos para que el negocio fuera viable». Además, Farré añade que «en este sector todavía persiste la mentalidad de que los albañiles no piden el kit digital, por ejemplo, que solo están para levantar paredes».