Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Orquesta bien afinada

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
06 noviembre 2022

Hace varios años un grupo de jóvenes vinieron a Barbastro para hacer la «ruta martirial». Una experiencia que jamás olvidaré. Por la tarde los acompañé al monumento que levantaron los claretianos en la carretera de Berbegal donde entregaron la vida sus hermanos.

Llevé el báculo del beato Florentino para la eucaristía. Fue pasando de mano en mano en el momento de la paz. Instante inenarrable.

Pero más sublime, si cabe, fue la motivación previa a la eucaristía que hiciera uno de los jóvenes: ¿De quién quieres despedirte? Escríbele una carta motivando tu martirio. Se mascaba el silencio, roto tan solo por algún sollozo. Algunas cartas fueron compartidas en la homilía.

Durante la ofrenda se quemaron todas. Comencé también a escribir mi carta que comparto en parte en esta fecha memorable en la que vamos a abrir el proceso diocesano de la causa de beatificación de los 252 mártires que faltan para afinar mejor nuestra orquesta diocesana.

«Son las 5 de la tarde del 19 de agosto de 2018. Hace sesenta y dos años y un día que nací. Treinta y ocho que fui ordenado sacerdote. Presiento que esta noche me van a quitar la vida. Jamás imaginé que Dios me soñara mártir, fiel y coherente hasta el final, capaz de ofrecer mi vida, quebradiza e inconsistente, por la grey que el Papa Francisco me confiara.

Nunca agradeceré suficientemente a Dios cada una de las mediaciones humanas que ha puesto en mi vida –mis padres, mi hermana, mi familia, mis amigos, mis paisanos, los curas de mi parroquia, las hermanas mercedarias y los maestros de la escuela nacional, mis formadores en el seminario, mis compañeros operarios y los sacerdotes diocesanos, consagrados y seglares con los que he compartido tantos proyectos educativo-pastorales en los siete destinos que he tenido:

Plasencia

Tarragona

Salamanca

en el Consejo General de la Hermandad, como Consejero de Pastoral y como Director Genera

en la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades en Madrid, en Roma

en la Diócesis de Barbastro-Monzón

Para hacerme descubrir que mi martirio no iba a ser un accidente fortuito ni un presentimiento casual sino el fruto de una prolongada vivencia de amor, el último acto de una entrega cotidiana que culminaba con la ofrenda de mi propia vida. (…)».

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