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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Montañas sin nieve

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
29 enero 2024

A la memoria de Pepe Broto, montañero incansable, amante de las buenas letras, respetado y querido compañero.

Desde el Pueyo hay una vista magnífica de nuestras montañas. De cuando en cuando, me acerco hasta allí y las contemplo un ratito. Son hermosas. Tan cerca, tan lejos. Cuando las ilumina el sol y el cielo es de un azul limpio, querría subirlas de un tirón, llegar al cielo abrazando sus cimas. A veces, entre la niebla, parece que jueguen al escondite o que quieran preservar su misterio y desearía acercarme y soplar con fuerza para retirar esa cortina turbia que las quiere ocultar. Observarlas desde esa privilegiada atalaya, siempre, me deja una sensación de sosiego.

Mi última visita fue hace apenas una semana. No había nieve, salvo en el Aneto. Y poca. Guara estaba limpia y el Turbón y las Tres Sorores. Dicen que nevará, cuando esto escribo, así que cuando lo lea, estimado lector, igual le apetece hacer una excursión al Pueyo para disfrutar de la vista espectacular de las cumbres blancas. Nos es esquiva la nieve aquí abajo, cuando recordamos alguna nevada intensa nos remontamos a años atrás y la agrandamos pretendiendo que fue estremecedora. A cambio, podemos soñar siempre con la nieve desde allí, desde el mirador del monasterio donde nuestra vista abarca una estupenda cadena de picos majestuosos, que compiten en belleza.

Cuando esto escribo he decidido largarme al Pueyo un ratito, haya nieve o no. Es que, por un fatal descuido, he oído en televisión al portavoz López explicar cómo negociaron las últimas cesiones a los miembros de Junts –igual cuando esto lea, apreciado lector, ya no son las últimas, que esto va que vuela–. Al parecer, era tal la urgencia que redactaron el pacto “de aquella manera”, un método que parece poco acorde a la seriedad que se presume en quienes rigen nuestros destinos. Esto dicho en fino, porque en “román paladino” se diría que han redactado el acuerdo “a tontas y a locas”, frase hecha que apareció por vez primera en el Quijote y que tiene algunas variantes tan descriptivas como esa: hacer algo “sin ton ni son”, “sin sustancia ni fundamento” o “sin encomendarse ni a Dios ni al diablo”. Todas ellas indican que se ha hecho algo sin pensar, de manera apresurada e irreflexiva.

En mi oficio, resulta indispensable utilizar la palabra con cautela, buscar el término adecuado, evitar frases ambiguas. Cualquier transacción exige utilizar el lenguaje con precisión y rigor para evitar interpretaciones indeseadas. Y si esto es así en la forma de tratar los asuntos privados, no puede entenderse que en lo que concierne al ámbito público, lo que se refiere a los intereses y derechos de los ciudadanos, en general, pueda ser tratado con tal desidia por quienes nos representan y han jurado –o prometido– guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes. Retorcer la constitución y las leyes hasta exprimirlas y volverlas del revés no resulta acorde con lo que significa un estado de derecho.
Recuerdo a Pepe Broto cuando remitía sus misivas por correo ordinario tras alguna discusión en el Juzgado y, con una prosa limpia y certera, concretaba los términos de una posible negociación. Era respetuoso, pero implacable; educado, pero insistente; nada se le escapaba, nada dejaba al azar: la palabra exacta, el concepto preciso, nunca la indefinición. Negociar con él era un ejercicio de estrategia, pero, sobre todo, de utilizar el lenguaje en debida forma, con extrema corrección.

Mejor contemplar las montañas que seguir dando vueltas a las andanzas de nuestros próceres, tan alejadas de los principios que estudié en la facultad y han guiado mi vida profesional tantos años. O subirlas, como hacía Pepe Broto, incansable andarín, montañero empedernido de quien conservaré grato recuerdo.

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