Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

María, la sierva del Señor (I)

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
05 junio 2022

Al querer reflexionar sobre el cuadro evangélico de la Anunciación, mi primer sentimiento es el de permanecer en silencio. En la Anunciación está todo el MISTERIO. Os propongo que tomemos simplemente la frase final: «Dijo entonces María: ‘He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra’” (Lc 1,3 8).

Estas palabras expresan una conciencia de relación. A simple vista resultan problemáticas pues parecen darnos a entender una relación servil… Sin embargo, desde el contexto espiritual bíblico del que se desprenden, comprendemos que indican algo mucho más tierno y profundo.

Las palabras de María son la respuesta a la expresión que leemos en Isaías 42,1 «he aquí mi siervo, a quien protejo; mi elegido, en quien mi alma se complace»… María enmarca su respuesta en la gracia y en la misión en que se colocaba la figura del Siervo de Yahvé. Su conciencia es la del misterioso siervo, a quien Dios ama y elige para llenarlo con su espíritu.

Vive la triple conciencia:

1) de su relación personal de entrega a Dios

2) de la expresión coral de un pueblo

3) de la responsabilidad hacia todo aquello que es humano.

Llegados a este punto podríamos detenernos y preguntarnos:

1) ¿Cómo concibo mi vida? ¿Tengo la conciencia de esta relación de dependencia, que es la que en definitiva diversifica la opción humana?

2)¿Tengo conciencia de pueblo?

3) ¿Qué conciencia tengo de los pueblos? Conciencia misionera.

La frase final, que más que un sí… es una gozosa y afectuosa aceptación: «hágase en mí según tu palabra»… El verbo es desiderativo, expresa un sí que se dice con todo el corazón (aun consciente del espíritu de sacrificio que conlleva la entrega a Dios, dando a su vivir el significado de un acto de amor, que en esto está en sacrificio por excelencia).

En la eucaristía, el sacrificio del altar es relativo al del Calvario y sitúa a quien participa en él con amor en la Pascua de Jesús.

Toda nuestra vida está por tanto, en relación con la eucaristía que, a su vez, está en relación con la cruz, sacrificio perfecto, entrega total de Cristo-hombre a la voluntad y al amor del Padre, y capaz de atraer hacia sí a toda la humanidad.

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