En un entorno como en el que vivimos, raro resulta encontrar a alguien que no vaya en algún momento del verano al pueblo. Nuestras raíces se hunden en historias de infancia, yendo sin supervisión de adulto alguno de un lugar a otro: en bicicleta, subiendo pinganetas, raspándonos las rodillas y regresando enrojecidos de un baño en el río para embadurnarnos de Aftersun.

Un compendio de recuerdos que obligan a marcar, como mínimo, la semana de fiestas en el calendario para reencontrarnos con los familiares y con los protagonistas de aquellas aventuras.

Los más pequeños, ahora, atesoran otro tipo de aventuras: han cambiado, casi siempre, el río por la piscina y cuentan con amplias instalaciones deportivas y de ocio.

Pero algo sigue igual: graban en su memoria recuerdos que les harán tener al pueblo como referencia en su futuro.

Estamos en pleno verano y nuestros pueblos se llenan de gente. En algunos, con turistas y en todos, con las familias que regresan a recuperar aquellos recuerdos. Y por eso, la población crece y supone un reto para los ayuntamientos. Hay que pensar en el abastecimiento de agua, en la recogida de residuos y en la oferta de ocio.

La Comarca ejerce un papel fundamental y acude en su ayuda reforzando el servicio de basuras y con un amplio programa deportivo. Es la magia de esta institución.

En Aragón, estamos tan acostumbrados a ellos que llama la atención que vengan de otras comunidades y se sorprendan de los servicios que reciben nuestros pueblos. En este número, hablamos de una serie documental que recoge iniciativas en el medio rural y se ha fijado en el transporte social de la Comarca de Somontano. Una propuesta cotidiana en este territorio que no se encuentra demasiado extendida más allá de Aragón.

En este sentido, es loable el trabajo de los impulsores de esta serie, que buscan y promocionan lo bueno de nuestros pueblos. De esos de los que, muchas veces, solo nos acordamos en verano.