Dentro de una semana, nos sentaremos alrededor de mesas bien abastecidas de viandas y afectos para celebrar que un niño, Jesús, nació en un portal. Hoy, más de 2.000 años después, Cáritas apunta a los portales que quizá veamos cada mañana al salir a la calle y nos recuerda que todos importan, cada uno de ellos. Lo hace volviendo a alertarnos de la fragilidad de esta sociedad empobrecida, frágil y vulnerable. Según el último estudio de la Fundación FOESSA, “son ya 11 millones de personas las que se encuentran en una situación de exclusión social en España, 2,5 millones más que en el 2018”. 

Y esos portales invadidos por exclusión y pobreza están aquí. Cáritas Diocesana, que el jueves presentó algunos datos de su labor durante este año, vuelve a dar un aldabonazo: a sus oficinas acuden personas que nunca habían tenido que hacerlo. La brecha digital ensancha la desigualdad social porque excluye -de la educación, del trabajo, de la sociedad…- a quien no puede acceder a las nuevas tecnologías. La precariedad aumenta y las necesidades se cronifican. 

Alertan, además, de que al apoyo económico que habitualmente vienen realizando, paliando en ocasiones el retraso o la ausencia de ayudas, no basta. Surge ahora la necesidad de apoyo emocional y la preocupación por la salud mental de los más afectados por esta nueva crisis. Tras 20 meses de pandemia, la desesperanza y la incertidumbre se han convertido en inquilinos indeseables de esos portales que sí deben importarnos. 

Porque esta realidad nos interpela, como sociedad y como individuos. Cáritas nos invita a pensar en ello, a averiguar quiénes llaman a nuestra puerta, qué quieren decirnos o con quien nos sentaríamos, dentro de una semana, alrededor de una mesa. Así que, cuando estos días miremos el portal, intentemos ver en él los portales y hagamos que, de verdad, cada uno de ellos importe.