Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Los mártires del norte

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
30 octubre 2022

El próximo 6 de noviembre se abre la Causa de Beatificación de 252 mártires de nuestra diócesis. Comparto el relato de lo sucedido en julio y agosto de 1936 de la mano del sacerdote Antonio Plaza, integrante de la Comisión Histórica para la Causa de los Mártires.

La zona del Norte de la diócesis, estaba en 1936 muy poblada y con curas en cada pueblo. Eran unos hombres sencillos, confiados, con muy poca información y la persecución les pilló desprevenidos: cuando se dieron cuenta ya empezaron a arder las iglesias y a ejecutar los fusilamientos: todo, en menos de 15 días.

Cuando vieron muy mal la situación, solo pedían a Dios «la fuerza necesaria en la fe para no abandonar a los feligreses» (José Castán). Esto explica que fueran sacrificados casi todos los sacerdotes. Solo unos 12 se salvaron cruzando la frontera; ellos, al volver, fueron los testigos de una fe que rebrotó espléndidamente dos años después, en 1938.

La rapidez con que se llevó a cabo la operación y la magnitud de la masacre crearon un clima de terror que provocó una ‘ley del silencio’ y nos ha privado de información y documentación. Las parroquias eran pequeñas, con una religiosidad popular tradicional sin presencia significativa de organizaciones para laicos; a los revolucionarios les bastaba quemar iglesias y matar curas. Y esto lo hicieron muy eficazmente los Comités de Graus y Naval quienes con la ayuda de un par de fanatizados locales organizaban las detenciones.

Los mártires de Sobrarbe murieron muy solos y con muy malos tratos: humillaciones, insultos, golpes con las culatas del fusil, castraciones…, pero ellos dieron espléndidos testimonios de fe. Conservamos con devoción algunas de sus palabras: ‘Perdónalos, Señor… cuanto antes me matéis, antes iré al cielo donde rogaré por vosotros’. (José Sorribas). Los mártires de Ribagorza, por el contrario, murieron casi siempre acompañados: en grupos de dos o tres; esto posibilitaba que se animasen y se confesaran mutuamente antes del fusilamiento.

El 2 de agosto en el cementerio de Graus murieron 19 y un seminarista. Estos se prepararon para el martirio bajo el liderazgo de dos párrocos ilustres: José Castán, de Graus, y Amado Serrate, de Castejón de Sos. Juntos rezaron, se confesaron y juntos los vieron salir hacia el cementerio, maniatados de dos en dos, rezando el Rosario. Y juntos gritaron la profesión de fe, al estilo de la época: «¡VIVA CRISTO REY!».

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