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Gervasio Sánchez: «Las guerras en el mundo acaban en el éxodo de la población»

El fotoperiodista expone en El Moliné, en Barbastro, la exposición ‘Violencias contra las mujeres en conflictos internacionales’, que puede verse hasta el próximo 9 de enero

Ruth Zamora Zamora
08 diciembre 2021

El fotoperiodista Gervasio Sánchez inauguró y dirigió las visitas guiadas a su exposición ‘Violencias contra las mujeres en conflictos internacionales’ los pasados 25 y 26 de noviembre. Un recorrido que abre los ojos ante la realidad de un mundo que podemos sentir muy lejano, pero que tiene consecuencias en nuestra sociedad.

¿Cómo se gestó esta exposición?
Fue una propuesta del Instituto Aragonés de la Mujer hace dos años y medio, que ya ha estado en siete localidades: Zaragoza, Teruel, Huesca, Alcañiz, Albarracín y Barbastro. Son 40 fotografías que he tomado en unos 25 conflictos armados y graves crisis humanitarias de 1984 hasta la actualidad.

Quería que se tuviera una visión general de las violencias que golpean a las mujeres y a las menores en conflictos armados.

Aunque en las guerras, los civiles son las primeras víctimas y da igual que seas hombre o mujer, niño o niña, hay violencias específicas para ellas. El 90 y mucho por ciento de las violaciones en las guerras son a mujeres.

Y otras las sufren de manera diferente. Un ejemplo, cuando hay que huir a una zona más tranquila, casi siempre son las mujeres las que cargan a los más pequeños.

O en epidemias, como la del cólera, malaria, tuberculosis o hambre, casi siempre, los pequeños se acaban muriendo en brazos de sus madres. Ella es la que ve a la criatura cerrar los ojos por última vez.

O en las desapariciones, la mayoría de los detenidos, torturados y ejecutados son hombres y ellas son las que les buscan, a veces durante décadas.

¿Son imaginables estas circunstancias en países como el nuestro, donde hablamos de situaciones muy concretas de violencia de género?
La violencia contra una mujer, da igual que seas de ahí o de aquí, es violencia. Aquí hay estructuras jurídicas que permiten que los violadores no se salgan con la suya. En los conflictos armados existe absoluta impunidad.

Y ha habido que esperar hasta 2010 para que la ONU haya sido capaz de considerar la violación como crimen de lesa humanidad, es decir, que no prescribe. Pero es complicadísimo. Es muy difícil que el atropello a los derechos de las mujeres en una zona de conflicto sea perseguido públicamente.

¿También lo dificultan las circunstancias históricas, religiosas de ese lugar?
Si aquí hay mujeres que no denuncian, con instrumentos jurídicos, imagínese qué puede ocurrir en un conflicto armado. Cuando huyes y llegas a una zona con grupos armados que, a cambio de comida, te obligan a tener sexo, o estás esperando una patera para huir por el Mediterráneo en una zona donde las mafias te obligan a mantener relaciones sexuales o te prostituyen, ¿a quién vas a ir a quejarte?

Y otro punto importante, en la mayoría de las culturas, contarle a alguien que has sido violada, que se sepa socialmente, puede ser un problema serio. Una señora fue violada delante de su marido atado y cuando se marcharon los paramilitares, el marido la acusaba de no haberse defendido hasta la muerte.

Como fotoperiodista, ¿cómo valora su papel en la visibilización y concienciación de conflictos?
Llevo 40 años trabajando en zonas de conflicto. A los veintipocos te hubiera dicho que venía a cambiar el mundo. Ahora, con 62, me cuesta más reconocer que esto pueda servir para cambiar las cosas.

Mi deseo es que esta sala se llene de estudiantes, lean los textos y puedan tener una conciencia clara de lo que pasa en el mundo. Con un plano abierto, para entender que las guerras que se producen en el mundo acaban en el éxodo de la población. Por eso llega gente aquí buscándose la vida. Igual entienden por qué ha ocurrido, se ponen en su lugar y se plantean qué haría yo si hubiese nacido en Mali, Burkina Fasso, Sudán, Sira o Yemen.

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