Alto Aragón

Las farmacias y cómo sobrevivir en un entorno rural

Las boticas rurales de Naval, El Grado, Esplús y Peralta de Alcofea se quejan de las “ayudas mínimas” que reciben

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Fachada de la farmacia que regenta Ana Chicote en El Grado. Foto: S.E.
Adrián Mora Mora
07 febrero 2022

La “cercanía” con el paciente es el denominador común y el aspecto más positivo de las farmacias rurales. Sin embargo, estas no tienen un futuro demasiado halagüeño pues cada día es más difícil sobrevivir en un pueblo pequeño. 

Isabel Ascaso regenta la farmacia de Naval y explica que, tras haber trabajado en la capital durante muchos años, todo tiene sus pros y sus contras. “Me encanta el mundo rural, el trato es más familiar y conoces las patologías de los usuarios. Es un trato muy agradable, familiar y muy agradecido, tanto a nivel clínico como social”, asevera. 

El 20% de las farmacias en España son rurales y, debido a la despoblación, su continuidad se ve amenazada, según la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR). De los más de 22.000 establecimientos de todo el país, cerca de 4.500 están en áreas rurales.

Estos pueblos tan pequeños están sometidos a las mismas normas en cuanto a los precios de referencia. Ascaso explica que “a veces cuesta un poco y dan ganas de tirar la toalla, porque no tienes compensaciones. Hay ayudas súper mínimas y es complicado estar aquí”. La farmacéutica lamenta que, en el caso de que no haya más ayudas, “las farmacias rurales están abocadas al cierre”. 

A nivel provincial, a finales del año pasado sí que la Diputación Provincial de Huesca financió una pequeña cantidad. “A raíz de la pandemia se dieron cuenta de que el consultorio de aquí estaba cerrado. Sanitariamente éramos el único lugar de referencia donde la gente podía llamar. Se dieron cuenta de la importancia que tienen estos sitios tan pequeños. Me gustaría que la ayuda fuera continuada en el tiempo”, recalca Ascaso. 

Una de las significantes diferencias entre el servicio rural y el urbano tiene que ver con los sistemas personales de dosificación o “pastilleros”. En las grandes urbes, lo lógico es que este servicio tenga un coste. Sin embargo, Ascaso lo realiza pero no cobra nada por ello. “En las ciudades igual tienen un mayor poder adquisitivo, pero yo aquí lo hago como favor, porque igual me dicen que si les cuesta dinero no quieren que se lo prepare”, subraya. 

Por último, también resalta el “flaco favor” que algunas personas le hacen al servicio comprando productos de farmacia en otros grandes establecimientos: “Hay gente que ha venido a la farmacia y me ha dicho que es más barato en el Mercadona. Y yo pienso que el día que esta persona no pueda coger el coche, yo estaré aquí. Cuando se cierre el servicio a lo mejor te llevas las manos a la cabeza”. 

En Peralta de Alcofea y en Esplús la opinión es idéntica. Desde estas poblaciones se desprende un claro lamento porque “las boticas de los pueblos van a menos por un tema de volumen de negocio”. Para ellos es “una pena ya que hay mucha gente mayor y sería necesario que se mantuvieran”, reclaman.

Las farmacias rurales lamentan numerosas imposiciones

Ana Chicote lleva 14 años regentando la farmacia de El Grado y, para ella, el problema de la farmacia rural es que “al ser un negocio particular pero de servicio público, tenemos todas las obligaciones de lo público y todas las de lo particular”. En este sentido, cada año el beneficio es menor “porque las ayudas no están siendo muy efectivas y, encima, no dejamos a la gente desatendida”.

La cuestión, explica, es que todo va en función de unas ventas, no de un beneficio. “A mí no me van a dar la ayuda porque tengo una clienta que usa un medicamento muy caro de 1.300 euros, que el beneficio está marcado y es un 3%, no un 27% que tenemos en lo normal del medicamento. En la parafarmacia no podemos ser nada competitivos y, al final, lo que consiguen poniendo las ayudas en función de eso es que atendamos a menos gente”.

Otro ejemplo de su día a día es el producto de uso vital que las personas mayores del pueblo utilizan. “Eso no tiene casi margen de beneficio y, encima, nosotros que estamos en un pueblo, donde incluso pagamos el alquiler del local, no tenemos el beneficio de las ayudas”. En los 14 años que lleva al frente de la farmacia de El Grado, Ana no ha podido cogerse vacaciones porque no puede tener a otra persona contratada. “Nadie quiere venir si no le pago todo”, lamenta.

Concluye destacando el importante papel que han tenido las farmacias rurales en el momento en el que la pandemia golpeaba con más fuerza: “Somos los únicos que hemos estado en el pueblo en el momento fuerte de la pandemia”.

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