Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Las espigas

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
25 febrero 2024

Entre las distintas vocaciones cristianas, llamadas todas ellas a un seguimiento radical de Jesús, la vida religiosa sigue siendo hoy «memoria viviente del modo de ser y actuar de Jesús…».Imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían.

Esta forma de seguimiento de Jesús se expresa y se concreta en unos «votos» que manifiestan y significan una amplia gama y aspectos de esa humanidad nueva instaurada por Cristo.

El viento ondulaba un hermoso campo de trigo repleto de espigas a punto de granar… ¡Qué dichosas se sentían todas al sentir la suavidad de la brisa que las hacía danzar con libertad y alegría! Soñaban en voz alta y, al compás de sus movimientos, sus palabras se tornaban melodía… Cuando aparecía la lluvia lavaba sus rostros dejándolos resplandecientes y con un olor penetrante…

– A mí, replicó una de ellas, me gustaría ser trigo con el que se pudiera hacer un pan reciente.

– Otra, más pizpireta, suspiraba por ser harina de un crujiente pastel de hojaldre.

– Las había que soñaban con permanecer siempre como harina blanca.

– La más presumida deseaba ser harina de una hermosa tarta.

Al llegar la siega, algunas se quedaron esparcidas por el campo…

¡Qué sentido, pensaban, pueden tener ahora nuestras vidas! ¡Nadie ha reparado en nosotras, nadie nos ha echado en falta! ¡Jamás podremos ver cumplidos nuestros sueños!

Conmovidas por estos sentimientos no se percataron de la presencia de AQUÉL que, al atardecer, había regresado para espigar… Cuando terminó se dirigió al pueblo. Llegó hasta el convento y entregó a la monja las espigas que había recogido.

– “Madre, le dijo, aquí le entrego las espigas de los grandes destinos”.

Días más tarde, la hermana molinera las trituró convirtiéndolas en blanca harina para el pan de los pobres y el pan de la eucaristía. La fuente de la verdadera alegría, aunque muchos lo ignoren, está en descubrir tu propia identidad, es decir, lo que eres y significas para Dios.

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