Barbastro

La Semana Santa en el arte de la Catedral y del Museo Diocesano

Además de los pasos de cada cofradía, la ciudad disfruta de un amplio patrimonio artístico ligado a la Pasión de Cristo

Retablo escultórico de La Piedad de Barbastro. Foto: R.Zamora
Ruth Zamora
29 marzo 2024

Los pasos de Semana Santa ya constituyen por sí solos una muestra del patrimonio artístico de nuestra tierra. Podemos observarlos durante estos días, en procesión, antes de salir de su sede o en la imponente estampa que conforman antes de participar todos juntos en el Santo Entierro.

Pero además de las procesiones y sus pasos, la Semana Santa supone un momento propicio para acercarse a otras obras de arte que atesoran, en este caso, el Museo Diocesano Barbastro-Monzón y la Catedral de Barbastro. De la mano de Sheila Ayerbe, historiadora del arte y guía del museo, invitamos a nuestros lectores a acercarse a estos lugares y observar los detalles en la representación de la Pasión de Cristo en arte.

La primera parada, en la primera planta del museo, para contemplar un pequeño fragmento del frontal del altar de Vió (Sobrarbe), en el que se representa la crucifixión de Cristo. Una de las piezas más antiguas que conserva el Diocesano con esta temática. Data del siglo XII y el estilo románico se detecta en el fondo de bandas horizontales de colores y con las figuras flotando sobre él. «Se trata de un simple fragmento y solo se ven las partes bajas de los personajes. De la crucifixión solo se aprecian los pies de Cristo», relata Ayerbe.

Sin dejar el Sobrarbe, toca observar el retablo de Otto. Una de las «pocas piezas de las que se conoce el nombre del artista: Blasco de Grañén, uno de los pintores  más importantes de mediados del siglo XV». Una obra de estilo gótico internacional de la que cabe destacar una de sus características: la unificación de varias escenas en una sola. «Aquí vemos a la resurrección de Cristo, que aparece con el estandarte de la victoria y a María Magdalena, cuando encuentra el sepulcro vacío y piensa que lo han robado. María Magdalena sale para preguntar qué ha pasado y es el propio Cristo quien le contesta ‘no me toques que ya no pertenezco a este mundo’. Cristo aparece representado encima del sepulcro y a sus pies los soldados durmiendo», describe Ayerbe. 

En los retablos

Cabe detenerse ante cualquier retablo para fijarse que en el ático (la parte superior) aparece Cristo en la cruz mientras que en la parte inferior se representa al Varón de Dolores. «Se muestran las señales de dolor que le infligieron: heridas de sangre y las armas que utilizaron en su martirio: los clavos, flagelos, las esponjas mojadas en vinagre», cuenta la experta. Así se puede comprobar en retablos como de el San Antón, proveniente de Monzón o en los sagrarios, en donde se guardan el cuerpo y sangre de Cristo y se usa también esta iconografía. Como ejemplos, las tablas que conformaron el sagrario  de Benavente o el que estaba en la antigua iglesia de San Julián.

Otros retablos de interés, con escenas relacionadas con la Pasión son los fragmentos procedentes de Graus, obra de Pedro García de Benabarre. Este recoge escenas como la Última Cena, la oración en el huerto o la flagelación. Todo en un estilo gótico hispano flamenco, que se puede ver «en el modo de representación de las figuras o en la profundidad de las escenas», detalla. Un segundo retablo de Graus destaca por la representación de la Última Cena en la que solo se ven 11 apóstoles. «No sabemos por qué. Se podría pensar que sería Judas, pero está, representado con su bolsa de monedas y con el nimbo negro», detalla la guía.

Representación de la Última Cena. Retablo de Buisán. Foto: R. Zamora.

En este repaso por los retablos, vamos hasta la Catedral de Barbastro. En el altar mayor, además de Cristo en cruz en el ático, en las escenas inferiores se representan varios momentos de la Pasión: el aviso del anciano Simeón a la Virgen de que su hijo sufriría (el primero de los siete dolores), la oración en el huerto, con el beso de Judas, la resurrección, el Ecce homo y una lamentación. Conviene detallar que esta última recoge un momento intermedio entre el descendimiento, con Cristo todavía en una posición más o menos vertical, y la Piedad, en donde solo aparece la Virgen con su hijo en brazos.

El beso de Judas en el retablo de San Victorián en la Catedral. Foto: R.Zamora.

Sin abandonar la Catedral, la capilla de San Victorián también acoge la reconstrucción del retablo del monasterio sobrarbense desde los años 50 del pasado siglo. «Se trata de un mix de estilos de diferentes épocas, entre los siglos XV y XVI», explica Sheila Ayerbe. De nuevo, en la predela (zona inferior) se representan cuatro tablas dedicadas a la Pasión de Cristo. Además la Verónica, una de las caídas y la flagelación, quizás la más curiosa es la primera. En ella se puede observar el momento en el que Judas besa a su Maestro, señalando a quién deben prender los soldados. El artista, «considerando que es el momento en el que el apóstol pierde su santidad, pinta su nimbo mitad en dorado, mitad en negro». 

Y, finalmente, no puede faltar una visita a la capilla del Santo Cristo de los Milagros, dedicada toda ella a la Pasión de Cristo. «De estilo barroco y múltiples símbolos que merecen una mirada con detenimiento», recomienda. Así, desde fuera se puede contemplar el conjunto escultórico que se abre como un telón. «Se ven dos chavales con lanzas y las esponjas y lloran, indicando lo que vamos ver dentro, que es complejo. Se observan diferente símbolos de la Pasión. Como el pelícano, porque cuando no tiene con qué alimentar a sus hijos se picotea el pecho para que brote la sangre y les alimente, como Cristo que da su sangre por todos nosotros», describe Ayerbe.

Ya dentro, todos los lienzos recogen escenas de la Pasión: la Última Cena, Pilato se lava las manos, la caída y la Verónica.

Otras piezas en el Museo Diocesano

De vuelta al Museo Diocesano, recomendamos contemplar un retablo escultórico, de estilo renacentista (siglo XVI), que recoge la escena de la Piedad, con anatomías más proporcionadas y con la técnica del estofado, con las escenas doradas, con pintura encima que luego se rascaba para que volviera a verse ese dorado. Se desconoce con exactitud si procede del trascoro de la Catedral o del seminario. 

Ya en la segunda planta del Museo cabe detenerse ante el retablo de San Juan de Buisán. Desmontado en piezas, la más destacada es el dosel que protegió las diferentes tablas. Ahí se encuentra una representación de la Última Cena. Lo destacado, se trata de una pieza del siglo XVI, en pleno Renacimiento. Sin embargo, la representación se enmarca todavía en el gótico. «El artista copia a Leonardo da Vinci, que había revolucionado el modo de representar esta escena», indica.

Así, la imagen estereotipada de este momento establecía que se representaba el momento en el que Cristo le daba el pan a Judas, señalando quién le traicionaría. Pero Da Vinci se adelanta a ese momento y recoge cuando Jesús anuncia que uno de ellos le traicionará. «Por eso las caras de sorpresa de los apóstoles, separados en grupos, cuchicheando», indica. La escena reproduce los gestos y expresiones de Da Vinci, pero «todo lo que le parece  demasiado moderno lo pasa al gótico». Por ejemplo, vuelve a representar a los apóstoles con nimbos, todos dorados menos el de Judas, negro. También se elimina la perspectiva y vuelve a poner el cáliz con el anacronismo de pintar una forma consagrada encima con una crucifixión. 

Para terminar esta visita, paramos en la sala de objetos del Museo Diocesano, para contemplar una joya: el Monumento ante el que se reza la hora santa el Jueves Santo. «Hasta hace poco se utilizó este», detalla. En esta pieza se pueden observar también diversos símbolos tallados relacionados con la Semana Santa. 

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