Barbastro

La presencia de las Hermanitas en Barbastro

La Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados cumple 150 años en Barbastro. José María Ferrer recuerda su historia.

Hermanitas Barbastro
Aurora Gomera, actual superiora de la congregación de las Hermanitas en Barbastro. Foto: L. García Casanova
José María Ferrer
27 enero 2023

Recuperamos la historia de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que nació en Barbastro hace hoy, 27 de enero, 150 años. Este texto del sacerdote José María Ferrer se publicó inicialmente en el Extra de El Cruzado del año 2009.

Hermanitas de los ancianos desamparados, ¿suena bien?

El nombre suena largo. Y larga, y ancha, es la vida del anciano. Y ya está bien llegar a la ancianidad. Pero, ¿qué pasa si a esa frontera de la vida se llega solo? ¿Y qué sucede si se experimenta en soledad esa etapa que, por bienvenida que sea, es etapa de decadencia? ¿Podrá ser la ancianidad una vida positiva en sí misma? ¿Hay alguien que siga creyendo que la vida vale por su ser mismo y no por su actividad? Adelante. Esta es la línea buena. Alguien la descubrió y unas mujeres, de temple fuerte y alma sensible, siguen haciendo caso al descubrimiento. Decididamente, vale la pena acompañar la vida, cualquier vida, hasta el final y más si ese final es puente que conduce hacia lo eterno.

Los orígenes

Vayamos hacia atrás, hacia las fuentes y los orígenes. Hay que situarse en la España del siglo XIX y empezar a poner rostro a estos nombres: Saturnino López Novoa y Teresa de Jesús Jornet e Ibars. El primero, nacido en Sigüenza (Guadalajara) en 1830, desarrolló luego toda su obra entre Barbastro y Huesca. Y la segunda, Teresa de Jesús Jornet, nacida en Aytona (Lérida) en 1843, fue la primera Superiora general de las Hermanitas y prácticamente cofundadora de la obra ideada por el sacerdote Saturnino López Novoa.

De Sigüenza a Barbastro pasando por Soria

El niño Saturnino, primero de los tres hijos del matrimonio de Julián López e Ildefonsa Novoa, quedó huérfano de madre a los cinco años y fue cuidado por una tía, Manuela Bueno, que influirá mucho en el desarrollo de la personalidad humana y religiosa del que, andando el tiempo, iba a ser el fundador de las Hermanitas.

Por diversas circunstancias familiares, Manuela Bueno se trasladó con su familia a Berlanga de Duero (Soria) y allí se llevó al niño Saturnino que contaba entonces siete años y medio de edad. Allí pasó su tiempo hasta el año 1842, año de su regreso a su Sigüenza natal para iniciar sus estudios eclesiásticos que continuó en el Seminario de Barbastro cuando su tío, Basilio Gil Bueno, fue nombrado Deán y Vicario Capitular del Cabildo de la Catedral barbastrense.

Saturnino fue ordenado sacerdote en 1855 y hasta 1863 fue profesor de Teología en el seminario, secretario de cámara y gobierno de la diócesis y Párroco de la única parroquia que entonces había en Barbastro que por aquellas fechas debía contar con una población de alrededor de 6.000 habitantes.

Huesca, Zaragoza y Roma

Cuando su tío Basilio fue nombrado Obispo de Huesca lo acompaño él como secretario y en 1864 fue nombrado Chantre del Cabildo de la Catedral oscense. Fiel al servicio de su tío lo acompañó a Zaragoza, cuando el obispo fue desterrado allí con motivo de la revolución, y lo acompañó también a Roma, cuando el obispo fue a las Sesiones del Concilio Vaticano I.

De nuevo Huesca. Intensas reflexiones

Con la muerte en Roma de su tío Basilio, obispo de Huesca, comienza para el sacerdote Saturnino una nueva etapa de su vida. Vuelve a Huesca y allí se consagra definitivamente a la fundación de las Hermanitas de los ancianos desamparados que realiza en 1873. El ejercicio de la virtud de la caridad y el servicio a los más pobres ocupan, cada vez más, un lugar privilegiado en su ministerio sacerdotal. Refiriéndose al momento histórico en el que vive afirma que “el amor es hoy más necesario que nunca”.

Constata la indiferencia que reina en su ambiente y el egoísmo que se ha apoderado de la sociedad y escribe: “Cada uno se encierra dentro de sí; desde allí mira cómo va el mundo, pareciéndole que va muy mal, pero sin trabajar por que vaya bien. Nadie hay que no se lamente de que en la sociedad se han desarrollado grandes gérmenes de corrupción que todo lo han invadido y, sin embargo, apenas se hace el bien y se vive con tanta tranquilidad e indolencia como si no existiera aquel gravísimo mal. Cada cual no piensa más que en cuidar de su interesante persona, anteponiendo a todos su conveniencia, mientras sufren los demás y llevando siempre el yo por delante”.

Reconoce que hay también en su tiempo hermosos rasgos de caridad, pero cree que hacen falta más brazos y más corazones y que para remediar tanto mal “nada más a propósito que la creación de grandes asociaciones de caridad”.

Barbastro en los comienzos de la nueva Institución

Don Saturnino conocía en Huesca a las “Hermanitas de los Pobres”, congregación fundada en Francia por la beata Juana Jugan, y había colaborado con ellas en la asistencia concreta a enfermos y abandonados. Pero en sus reflexiones comienza a intuir la necesidad de un Instituto enteramente español y cuyos miembros sintonizaran plenamente con el carácter y costumbres de nuestro pueblo.

Reflexiona, consulta y trata de hacer su discernimiento espiritual para ver clara la fundación de una nueva asociación dedicada a la atención de los pobres y abandonados. Consultó mucho con el sacerdote Pedro Llacera, que había sido su vicario parroquial durante los más de cuatro año que estuvo de párroco en Barbastro, y en julio de1872 debió de tener ya tomada su decisión. ¿Dónde empezar?

Para no perjudicar a las religiosas de la Congregación francesa que estaba en Huesca, con gran delicadeza de espíritu piensa en Barbastro como cuna de su obra y escribe a don Pedro Llacera solicitando su ayuda para reunir a las primeras aspirantes para el nuevo Instituto.

Teresa de Jesús Jornet e Ibars

Nada es casualidad ni en la vida de los santos ni en las grandes obras de la evangelización y de la Iglesia. En junio de ese mismo año, 1872, Teresa de Jesús Jornet acompaña a su madre a tomar las aguas termales de Estadilla. Al regreso, se detienen en Barbastro con tiempo suficiente para conocer a don Pedro Llacera y éste le comenta a Teresa los planes de fundación en favor de la ancianidad desvalida que por entonces inspiraban la actividad del sacerdote Saturnino López Novoa, chantre de la Catedral de Huesca.

Llevaba tiempo Teresa buscando concretar su vocación religiosa y la había buscado entre las Terciarias Carmelitas y entre las Clarisas. Al conocer los propósitos de don Saturnino vio abierto el camino de su vida: entendió con claridad que ahí estaba su vocación y se sintió definitivamente llamada a servir incondicionalmente a los ancianos.

Da por concluidas sus incertidumbres y se ofrece inmediatamente a colaborar en la empresa caritativa que había ideado el sacerdote de Huesca. Fue a hablar con él y se unió a las primeras aspirantes del nuevo Instituto que, siguiendo la decisión de don Saturnino, se fundó en Barbastro el 3 de octubre de 1872. Pocos días después fue nombrada Superiora provisional de aquel grupo y recibió oficialmente de manos de don Saturnino el libro de las Constituciones. Había nacido una nueva Congregación Religiosa: la de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

Primeros pasos

La Congregación, oficialmente, comenzó su andadura el día 27 de enero de 1873, que es la fecha en la que las diez primeras jóvenes recibieron el Santo Hábito en la capilla del Seminario de Barbastro. Y cuatro días después, viviendo ya en su primera casa, -casa Pueyo de Barbastro-, se completó la ceremonia de la toma de hábito con el momento solemne de hacer los primeros nombramientos. A propuesta del Fundador, la Hna. Teresa de Jesús Jornet es nombrada Superiora General y ejercerá este cargo y servicio hasta su muerte por expreso deseo de sus hermanas de religión. Y hasta aquí el comienzo y los primeros pasos de la nueva Congregación.

Valencia

Las Hermanitas parten de Barbastro para Valencia. Esta ciudad será el lugar elegido para abrir, en mayo de este mismo año, la primera residencia de ancianos que se considerará, a partir de ahora, como la Casa Madre. El día 6 de mayo de 1873 llegaron a Valencia el Fundador, la Superiora General y seis Hermanitas más.

Al día siguiente visitaron al Arzobispo de la diócesis, Mons. Mariano Barrio Fernández, y el día 10 de mayo, sábado, tiene lugar la admisión de la primera persona acogida a la caridad de las Hermanitas: Pascuala Aliaga, anciana paralítica, de 88 años. Y vale la pena recordar que el día siguiente, domingo 11 de mayo, fue la inauguración oficial de la Casa. Pero que no se quede este tema en puro asunto de fechas. Ese domingo se celebraba precisamente la festividad de Nuestra Señora de los Desamparados, Patrona de Valencia, y bajo su amparo y protección se va a poner para siempre este Instituto religioso.

Cuentan las crónicas, y así lo describe Pietromarchi en su obra, que “toda Valencia desfiló aquel día por el humilde Asilo. Su comentario fue un coro unánime de elogios por el decoro y la limpieza que resplandecían por doquier, por la amabilidad de las Hermanitas, sencillas y afectuosas, y por las pruebas de caridad que demostraban en la atenta acogida que dispensaron a todos los visitantes”.

Expansión del Instituto

El seis de junio los ancianos acogidos por las Hermanitas son 11. Un mes más tarde son ya 19. Pronto llegarán a ser 40. Aumentaban los ancianos. Y las vocaciones.

Pronto esa primera Casa se quedó pequeña y en septiembre ya andan buscando una Casa más grande. La encontraron en un antiguo convento agustino, en total abandono debido a la desamortización propuesta por la Ley de Mendizábal, y allí se trasladaron el 21 de noviembre de 1874. En mayo de este mismo año quedaba fundada la Casa de Zaragoza.

Cuando se cumplían los primeros diez años de la Fundación contaban ya con cuarenta casas repartidas por España y actualmente la Congregación cuenta con 210 casas en Europa, América y África donde son acogidos unos 26.000 Ancianos.

Las Hermanitas en Barbastro

Llevan 136 años, que ya son días, pues están, como venimos diciendo, desde las fechas iniciales. El 27 de enero de 1873 se instalaron en el mismo lugar donde están ahora, -en la que entonces se llamaba “casa Pueyo”-, aunque la casa ha recibido reformas y mejoras sustanciales. Hoy es una residencia amplia y bien dotada que tiene el hermoso nombre de su fundador: “Hogar Saturnino López Novoa”.

¿Cuántos ancianos y ancianas se han beneficiado del servicio de las Hermanitas en todos estos años? Puede ser que los libros y las estadísticas tengan apuntados los números y los nombres, pero eso es lo de menos. Lo de más es el amor y el apoyo a la vida que se han repartido en todos estos años. ¿Siempre agradecidos y siempre valorados? También esto es lo de menos. Lo de más es que todo se ha hecho desde el convencimiento firme de una vocación religiosa que está por encima de nombres y honores.

Madrugan las monjas, rezan y trabajan

Hay que emplear bien el tiempo para atender a los 98 residentes que ahora mismo ocupan la casa. Hay siete Hermanitas ahora en la Comunidad y, ayudadas por personal auxiliar, hacen todo lo que pueden para que todo esté a punto: limpiezas, comidas, medicinas, asistencias especiales, y todo un conjunto de servicios que requieren los ancianos y las ancianas.

Las monjas se levantan a las seis de la mañana y antes de cualquier otro trabajo rezan comunitariamente la oración primera según la Liturgia de las Horas y tienen una hora de oración personal. Es necesario ir bien preparadas al trabajo del día. Después, y ya con los residentes, viven el gozo diario de la Eucaristía, sacramento de caridad, que, en una Casa como ésta, tiene particular significación. Estar en misa juntos renueva los lazos de fraternidad y fortalece el compromiso de servir a los demás, de servirse unos a otros. Y el día se reparte, a partir de ahí, y todas las horas son pocas para llegar a atender a tantas necesidades como tienen tantas personas juntas que suman tantos años de edad.

Compensaciones y dificultades

¿Es fácil hacer este trabajo y vivir esta vida de Hermanita? A ellas les compensa ver contentos a los ancianos y oírles decir algo que siempre impresiona y más en determinadas edades y momentos: “aquí me quieren”. Y viven la dificultad de que ahora haya pocas vocaciones para Hermanita y les duele que no puedan atender muchas peticiones de ingreso que se les hacen.

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