El deporte tiene algo inexplicable, un aura mágica y prácticamente indescriptible. Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), es una «actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entretenimiento y sujeción a unas normas». Sin embargo, nada más lejos de la realidad, la grandeza del deporte no reside ahí, sino en las intrahistorias, las emociones, las caídas y los levantamientos posteriores.
Barbastro es una ciudad rica en deporte. Disculpen, rica no, riquísima. Fútbol, baloncesto, ciclismo, sincronizada, judo, krav magá, gimnasia, tenis, montañismo… y un largo etcétera de nobles disciplinas deportivas son las que copan las páginas de este histórico medio semana tras semana. Sin embargo, debido a la reciente actualidad, en esta ocasión nos centraremos en el fútbol y a lo sucedido durante este fin de semana.
La ciudad del Vero ha vivido una cita histórica. En esta ocasión, la UD Barbastro logró ayer el ascenso a la 2ª RFEF tras vencer a la SD Huesca B. No obstante, quitando el foco de lo deportivo, me gustaría poner la atención en aquellas cosas que no destacaron, pero que son incluso más importantes que la propia hazaña del equipo rojiblanco.
Ayer, no solo ganó la UD Barbastro, también ganó la ciudad y, sobre todo, ganó el deporte. Una gran cantidad de vecinos se acercaron al viejo Municipal de los Deportes, desenterrando su vieja bufanda y camiseta del fondo del armario para animar a uno de los equipos de la ciudad. A su vez, los diferentes clubes deportivos mostraron su apoyo público al club, como fue el caso de la Peña Ferranca o la UB Barbastro, entre otros. Como resultado, el estadio vivió un llenazo hasta la bandera, de esos que no se veían hace mucho, pero mucho, tiempo.
La mejor noticia de todo esto, según mi opinión, no fue el propio ascenso -que también-, sino una situación que hacía años que no lo veía. Con la llegada del descanso, decenas de niños saltaron al césped del campo para jugar durante en el entretiempo, como muchos hicimos en el pasado. Sin embargo, esta vez era diferente, los niños vestían la camiseta de la UD Barbastro. Personalmente, creo que la mayor victoria del club ayer no fue la del partido, sino la de traer a las nuevas generaciones al campo y proporcionarles una experiencia única en un contexto único.
De seguro que más de uno se quedó prendado del deporte en la tarde de ayer, pero me quedo con las nuevas generaciones que vivieron la grandeza del deporte en primera persona, en su ciudad, en el estadio local y, sobre todo, con su gente. Si todo esto sirve para plantar una pequeña semilla en ellos y que poco a poco germine para darnos una nueva remesa de nuevos aficionados, nuevos deportistas, nuevos patrocinadores o nuevo gestores de clubes que tomen las riendas, el paso habrá sido titánico.

Por último, no quería dejar de escribir estas líneas sin decir nada al respecto de la materia prima del deporte: las emociones. Darse una vuelta por las instalaciones municipales y ver la alegría de la gente fue algo indescriptible. Sin embargo, el clímax de esta película llegó con el pitido final. Los espectadores saltaron al campo para celebrar con los jugadores el ascenso. Durante ese lapso, se dejaron entrever muchas intrahistorias que, probablemente, solo esas propias personas y sus allegados conozcan. El cálido abrazo de un amigo de la infancia, el beso de una pareja, las felicitaciones de un abuelo orgulloso de su nieto, las lágrimas de la superación… Cosas mágicas e indescriptibles.