Por medio de estas líneas quisiera felicitar personalmente, en el Día de la Madre, a todas las mamás de nuestra Diócesis y reiterarles mi gratitud y cariño. Ser madre no es solo dar vida, sino custodiarla, acompañarla y sostenerla cada día, incluso cuando la cruz pesa o el camino se hace cuesta arriba.
Para expresar esta felicitación, quiero tomar prestadas las palabras del papa Francisco y compartir un pequeño decálogo, entresacado de las cosas bellas que a lo largo de estos años ha dedicado a las madres en sus audiencias y discursos. Te animo a que este domingo se lo regales personalmente a tu madre, y si ella ya está en el cielo, transfórmalo en oración y pídele por la familia que dejó aquí en la tierra. Ojalá que este sencillo Decálogo sirva a cada madre como luz en la más hermosa y fecunda de las vocaciones: engendrar hijos para Dios.
Gracias, mamá, porque siempre…
- Me amas sin medida, sin esperar nada a cambio. Tu amor es reflejo fiel del amor gratuito e incondicional de Dios.
- Eres bálsamo de Dios que me fortalece. Siempre guardas en tu alma la ternura y me enseñas a defender la vida con coraje.
- Oras por tus hijos, incluso en la distancia. Nunca te olvidas de pedir por mí. Y siento cómo tu oración es, a la vez, fuerte y silenciosa.
- Me perdonas siempre y me enseñas a disculpar. Nuestro hogar crece sobre la misericordia, no sobre la perfección.
- Eres testigo de alegría y esperanza. Nos ayudas a afrontar la vida con fe y con una sonrisa.
- Custodias nuestra familia con sabiduría paciente. Como María, acompañas sin imponer, guardando todo en tu corazón.
- Me enseñas a vivir con sencillez y gratitud. Las cosas importantes no se compran: se descubren, se viven y se comparten.
- Me acompañas con libertad. Tu amor materno me impulsa, no me retiene; me acompaña siempre, sin tratar de poseerme.
- Me muestras la ternura como fortaleza. La ternura transforma el mundo más que la fuerza. Es el lenguaje más verdadero del amor.
- Visibilizas con tu vida el rostro de Dios. En tus gestos y cuidados he descubierto el mejor rostro de Dios.