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Araceli Cavero A cuatro manos
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Esas pequeñas cosas

Araceli Cavero A cuatro manos
26 mayo 2022

A veces hay detalles insignificantes que pueden hacer que uno se sienta bien. Son pequeñas cosas que no cuestan dinero, pero que valen más que el oro.

Hace unos días viajé con mi hijo y mis nietos pequeños al extranjero. Como fuimos en vuelo barato, a cada uno nos tocó en lugares alejados unos de otros. Personalmente, me encanta el despegue de los aviones. El ir hacia el cielo me da la sensación que voy al encuentro de mi hijo, fallecido hace veintitrés años. Por supuesto, el aterrizaje es distinto.

El caso es que esta vez me tocó en la primera fila. Al cabo de un rato, mi hijo, que iba mucho más atrás, se acercó hasta donde yo estaba para ver si me encontraba bien, si necesitaba algo. Durante toda la duración del viaje ya en tierra, estuvo pendiente de que estuviera bien, que no me cansara, me llevaba la mochila para que no hiciera esfuerzos, hacía que me sentara cuando comprendía que lo necesitaba.

Cuando se van cumpliendo años, y yo tengo unos cuantos, se va creciendo en inseguridades, en temores quizá absurdos, disminuyen las fuerzas y una se siente vulnerable. Pues bien, ya conocía la disponibilidad de mi hijo hacia mí, pero en este viaje me he sentido protegida, mimada, me he sentido querida y por supuesto, agradecida. Los detalles de mi hijo y mis nietos para conmigo no son pagados con todo el oro del mundo.

Aparte de esto, este viaje tuvo otros aspectos maravillosos. Cuando ya estábamos lo suficientemente arriba en el aire, se presentó ante nuestros ojos una espectacular puesta de sol que se reflejaba en el mar tiñendo el agua de un dorado precioso.

Luego, al subir más alto, empezamos a volar por encima de las nubes. Era un mar inmenso de nubes que parecían un enorme montón de lana de un blanco brillante que iluminaba un sol espléndido. A veces me parecía que si sacaba la mano por la ventanilla iba a tocar la lana que semejaban las nubes.

Llegó el momento de prepararnos para el aterrizaje y de pronto el sol que parecía sonreírnos, desapareció y entramos en una oscuridad espesa mientras cruzábamos la densa capa de nubes que habíamos tenido bajo los pies.

Fue un cambio tan brusco y tan grande, que no pude por menos de admirar todo lo que este viaje me estaba regalando. Sin embargo, al salir del aeropuerto pudimos admirar una hermosísima luna llena que parecía darnos la bienvenida.

Creo que no nos damos suficiente cuenta de la hermosura de la Creación con sus ritmos, sus ciclos, sus paisajes, todo el conjunto que nos rodea y de la que nosotros, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades, también formamos parte.

Ojalá sepamos agradecer estas “pequeñas cosas” que no cuestan mucho pero que se agradecen tanto para quien las sabe descubrir.Y ojalá también sepamos expresarlas y compartirlas como los regalos que se nos hacen.

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