Belén Lacoma Subías se ha llevado el premio al mejor microrrelato de «Jóvenes con mucho que contar». Este certamen lleva una década en marcha con el fin de concienciar frente a la violencia en el marco de las relaciones afectivas.
Enhorabuena, ganó en 2021 y ahora repite. Le ha cogido el truco a pesar de que se presentan más de 200 originales.
Con sinceridad, no sé los motivos por los que me ha ido tan bien. Me presenté por primera vez en 2021 y, los dos años siguientes, también seleccionaron mis textos para el libro que publican estas instituciones con motivo de este certamen.
Lo único que puedo decir es que me siento muy cómoda en este tipo de extensión si me dan el tema.
¿Mejor si le acotan?
En microrrelatos, sin duda. Este género te permite transmitir una idea concreta de manera muy clara y directa.
Por contra, el desafío reside en sintetizar tanto pensamiento en un espacio verdaderamente limitado. Ese trabajo de síntesis representa un auténtico desafío.
En esta ocasión va de redes sociales.
El tema de cómo las redes sociales afectan en la infancia y en la juventud me interesa de manera especial. Yo lo veo en el día a día de mi trabajo como maestra.
En este curso además, ejerzo de tutora de sexto. Muchos alumnos disponen ya de móvil, lo tendrán pronto o se lo dejan sus padres. A un clic se les abre un montón de información que, en bastantes casos, no comprenden con claridad, ni contextualizan por su edad.
Les falta madurez para saber diferenciar y discernir. Crédulos e ingenuos porque todavía no han adquirido el sentido crítico. De ahí nace un enorme peligro.
El riesgo de creer que el mundo de las ‘influencers’ es todo de color de rosa.
En redes, como instagram, se muestra una imagen idílica de la vida. Y reivindico que no hay que fiarse de la imagen. Mi relato se encuentra muy enfocado en este aspecto.
En 2021 reproducía una conversación en WhatsApp. Ya comentó entonces que le gustaba el tema de las redes.
En redes algunas personas captan a los niños y se aprovechan de su inocencia para transmitir conductas inapropiadas e inadecuadas. De ahí que, en la escuela y toda la comunidad educativa, debamos permanecer atentos.
Los móviles los compran los padres.
Cuando hablo, y se habla en general de educación, entran tanto el colegio como los padres. Deben ir los dos a una, no puede ser que uno tire por un lado y el otro por otro. Se dan móviles demasiado temprano. Y, si el niño cuenta con uno, al menos que exista supervisión de un adulto. Un control parental más severo y que se hable y se ofrezcan los instrumentos adecuados para comprender qué se ve. Todo para intentar evitar problemas.
La primera vez que se presentó al concurso no se lo dijo a nadie… le da vergüenza.
Sí. No he sido de mostrar mis escritos, más bien me los reservo. Tampoco esta vez dejé que otros lo leyeran… ¡Bueno!, creo que sí se lo dije a mi madre… cosa que no ocurrió en la primera ocasión.
Sin embargo, supero esta timidez porque me mueve que mi pequeño relato pueda servir a alguien. Como ayuda, como terapia, que anime también a leer… me basta. De ahí, que me presente a este concurso sobre violencia de género.
Ha hablado de su madre, usted creció rodeada de libros.
Supongo que algo ha tenido que ver en mi afición.
Mi madre dedicó mucho tiempo a la biblioteca de Salas Altas como voluntaria. Así que, después del colegio, íbamos ahí a pintar, a hacer los deberes… y siempre rodeada de libros. Nos ha inculcado leer, lo que sea, pero leer. Tampoco puedo olvidarme de mi tía maestra que nos regalaba libros de forma habitual…
Creo que, en Salas Altas, siempre se ha vivido un buen ambiente cultural. ¡Yo defiendo mi pueblo! Que los jóvenes nos impliquemos también ayuda a los pueblos a continuar con las actividades.
Como lectora, ¿qué le gusta?
Ahora me encuentro más centrada en textos periodísticos que me ayudan a construir mis relatos.
Y la lectura en las aulas, ¿cómo va?
Se nota si la familia respalda y apoya. Los niños tienen que leer y por muchos motivos. No obstante, yo destacaría la comprensión. Si no entiendes un texto, un enunciado, un problema no lo harás bien porque lo primero de todo es entender.