Somontano

En Aragón solo el 37 % de la población activa con discapacidad logra empleo

En nuestra comunidad trabaja el 80 % de la población entre 16 y 64 años. Pero relega a las personas con discapacidad. Y más, si esta es de carácter intelectual

A la izquierda; Elena Guallarte, Pablo Anoro, Carlos Berroy trabajan en Aviagen Incubadora, con Ana Fortón (preparadora laboral). A la derecha; Beatriz Gutiérrez, Jesús Falceto, Mapi Bona y José María Calasanz. Fotos: S.E.
Lola Gª Casanova
09 diciembre 2024

Esta semana han proliferado actividades para hablar sobre personas con discapacidad. El día 3 se celebró su día internacional y, por ello, en estas fechas, se abre una ventana en el panorama informativo para abordar las necesidades y desafíos de este colectivo. Una de las brechas entre quienes poseen un certificado con discapacidad y quienes no, aparece en el mercado laboral. 

Basándonos en los datos, en Aragón la tasa de población activa alcanza el 80 %. Sin embargo, estas cifras no incluyen a todos. Si nos fijamos en la discapacidad, sólo trabajan el 37’7 % de estas personas. Nuestra comunidad cuenta con 44.300 habitantes con discapacidad en edad de trabajar (de 16 a 64 años). Por lo que respecta a España, representan cerca de 2 millones que han mejorado progresivamente su nivel de formación. De hecho, el 62 % ha alcanzado estudios secundarios y el 19 % estudios superiores,según datos del INE de 2022. 

Discapacidad física, intelectual, sensorial

Hasta aquí hemos hablado de discapacidad en general. Sin embargo, poco tiene que ver una discapacidad física con otra sensorial o intelectual. Aquí también aparecen diferencias y son estos últimos quienes se enfrentan a mayores dificultades.

José María Calasanz, gerente del centro especial de empleo Somontano Social, explica: “Una discapacidad física impide desempeñar tu trabajo habitual. Pero, en numerosas ocasiones, no existe ninguna razón para que no puedas ocuparte de otra labor. Por ejemplo, los problemas de espalda suponen una causa importante de incapacidad. Con adaptación, podrán desarrollar otras tareas. No me cabe duda de que más problemas de acceso al trabajo presenta la discapacidad intelectual y la enfermedad mental”.

Para Beatriz Gutiérrez, directora regional de la Fundación Adecco: “Las personas con discapacidad siguen afrontando grandes obstáculos en su acceso al empleo. Uno de ellos tiene mucho que ver con la sobreprotección y los mensajes que han recibido durante su infancia y etapa educativa. En no pocas ocasiones, se trata de una narrativa que contribuye a que la persona con discapacidad llegue a la edad adulta con grandes carencias de autonomía y desconfianza en sus capacidades. Y esta es, sin duda, una gran barrera que dificulta su acceso al empleo”.

En esta misma línea se expresa Jesús Falceto, psicólogo y responsable del área de trabajo en Down Huesca. “Las familias deben enfocar el tema laboral sin temor. Confiando en su capacidad e inculcando, desde pequeños, el valor del esfuerzo”. “La familia tiene que apoyar y esforzarse para que sigan superándose. Sin este entorno, la integración se complica”, apunta Mapi Bona, del centro ocupacional Nazaret. 

La discapacidad en el mercado laboral

Para favorecer la incorporación de estas personas al empleo se presentan varios cauces. 

Por un lado, existe una reserva del 2 % de los puestos de trabajo en empresas con más de 50 empleados (tanto públicas como privadas) para la discapacidad. Pero no resulta de obligado cumplimiento. Por lo general, las empresas se acogen a las medidas alternativas que también marca la ley como contrato con un centro especial de empleo o con un trabajador autónomo con discapacidad o bien acciones de patrocinio o donaciones.

Por otra parte, existen centros especiales de empleo. Empresas que gozan de tributación especial, proporcionan a los trabajadores con discapacidad la posibilidad de realizar un trabajo remunerado y productivo. Y, como fin último, aspiran a facilitar la integración en el mercado ordinario.

Junto a esto, también existen los talleres o centros ocupacionales. En este caso se trata de establecimientos destinados a posibilitar el desarrollo integral de las personas. Aquí pesa mucho la capacitación para su autonomía y la superación de los obstáculos que la discapacidad les supone a su integración. Se da una formación previa necesaria para el mundo laboral. No se establecen contratos laborales y, por lo general, acuden a él personas con mayor grado de dependencia. 

No es lo mismo 

La inclusión de las personas con discapacidad exige que los puestos de trabajo se diseñen para todos. Y si tal diseño no es posible, que dichos puestos de trabajo se adapten a las personas. Estas afirmaciones que se repiten en los documentos y la legislación todavía no se ven plenamente reflejadas en la vida.

Sin embargo, puntualiza Gutiérrez, “todo depende de la situación de partida de la persona con discapacidad y de su nivel de empleabilidad. Es decir, de sus competencias, y recursos para acceder y mantenerse en el mercado laboral. Hay personas con discapacidad que pueden competir directamente en el mercado laboral ordinario. Otras, necesitan el paso previo del centro especial de empleo para, más adelante, acceder a la empresa ordinaria. Este es el lugar donde la inclusión alcanza su máximo exponente, pues las personas con y sin discapacidad conviven en los mismos espacios y proyectos”. 

Falceto insiste en el objetivo: “El centro especial de empleo debe ser lugar de paso, no fin en sí mismo. No obstante, la mayoría de las personas con discapacidad se quedan ahí sin dar el salto”. Calasanz reflexiona: “En efecto, en la teoría un centro especial debe ser transitorio… pero si miramos la realidad existen miedos y prejuicios para contratar a estas personas”. 

De estigmas saben bien las personas con enfermedad mental. En el Somontano, Alba Sanjuán, trabajadora social de Redera, comenta que en cuanto al tema laboral, “no se trata de uno de nuestros pilares. Si lo necesitan ofrecemos orientación laboral, pero los derivamos y nos coordinamos tanto con Adecco, como con Somontano Social”. 

Centrados en la capacidad

No cabe duda de que siguen imperando grandes estereotipos que asocian a las personas con discapacidad con menor productividad, costes de adaptación, rotación o absentismo. “Como sociedad hemos de trabajar intensamente por derribar estos prejuicios y construir una visión renovada de la discapacidad. Tenemos que enfocarnos en sus fortalezas, que a menudo van en la línea del esfuerzo, la superación o la orientación a resultados. Y brindarles todos los apoyos posibles para que, si quieren trabajar, puedan hacerlo en condiciones de igualdad”, concluye Gutiérrez.

Falceto, desde Down, señala que debemos centrarnos en las capacidades puesto que nadie sabe hacer de todo, sino que nos especializamos. En el caso de esta asociación, sólo 17 usuarios de esta entidad provincial trabajan “pero casi todos podrían”. 

En los casos de discapacidad intelectual se necesita un preparador laboral. Una persona que apoye y acompañe al trabajador en el desempeño de sus funciones para, poco a poco, ir desapareciendo conforme se vaya ganando en independencia y habilidad. En España, según Down Huesca, “la ley podría mejorar esta figura del preparador, dedicarle más recursos y que existiera esta formación como tal. En nuestro caso es la propia asociación quien asume el preparador laboral”. Este profesional resulta clave en la discapacidad intelectual, como también ahonda Calasanz: “Debe ofrecerse un respaldo al trabajador para asegurar el éxito de su integración. No obstante, a la vez, el papel del preparador laboral y quién se hace cargo de él, se encuentra muy confuso”. 

Calasanz pone el foco en aquellos con grado de discapacidad del 65 % o superior. En estos casos se decide, con cuidado y responsabilidad, junto a la familia si dar el paso al empleo. Asimismo, para ello deben contar con una ayuda especial y exclusiva. “Por debajo del 65 % son personas que se adaptan perfectamente a un puesto de trabajo. Nosotros siempre tendemos la mano para que trabajen, y si es en empresa ordinaria, mejor. Pero, ser cautelosos con estas personas, las del 65 %. De no adaptarse bien, esos vaivenes pueden resultar traumáticos y hacerles daño. Además, no todo el mundo está dispuesto o quiere siete u ocho horas de actividad”. 

Otro tema crucial en la inclusión es la acogida por parte de los compañeros de trabajo. «Sin su apoyo difícilmente se integrará la persona» –aclara Mapi Bona, de Cáritas–, «de ahí, que dependa de todos romper los prejuicios y descubrir qué nos pueden aportar». 

Señala que «aunque se cuentan con los dedos de la mano», existen en nuestras comarcas ejemplos de integración exitosa en la empresa ordinaria de personas con discapacidad intelectual. «Hemos vivido un caso que, sobre todo, ha redundado en la mejora del ambiente laboral y eso se nota en la productividad». Como resume Gutiérrez: «La discapacidad es una realidad muy heterogénea. Pueden encajar en todos los puestos de trabajo, siempre que exista una adecuación sus necesidades». 

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