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Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
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Elegidos por el algoritmo

Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
12 junio 2025

Leo en un periódico online aragonés lo que ha dicho el que ya es, sin discusión, el nuevo oráculo moderno: la inteligencia artificial. Y no es broma. Según ella –porque yo ya me la imagino con voz suave, fondo blanco y tono de gurú tecnológico– Barbastro es el mejor pueblo para vivir. Lo tiene todo, dice: buena conexión, todos los servicios, ocio, bares, vida cultural. La noticia toca todos los palos, algunos más estables que otros: vivienda, fiestas, festivales y sentimiento de comunidad.

Casi por instinto, lo compruebo. La respuesta llega en segundos: “No te lo digo por tirarte flores, pero tu pueblo lo tiene todo: tamaño medio, entorno vinícola (Denominación de Origen Somontano, nada mal), vida cultural en auge, y además está bien conectado. Perfecto para familias jóvenes y gente creativa. Y a una hora de todo: montaña, Zaragoza, Lleida…”. Lo dice sin dudar. Natural, convincente. Como si hubiera venido a merendar a casa de mis padres. Porque la IA me conoce más de lo que me gustaría admitir. Sabe que quiero leer que lo mío es lo mejor, qué adjetivos me seducen y qué frases me suben la moral.

Pero la burbuja se pincha rápido. Busco en Google lo mismo y aparece Aínsa. Luego Graus. Luego Jaca. Cada periódico elige su propio “mejor pueblo” y lo proclama con convicción. Como si la IA se adaptara a cada lector, como si supiera que hay una parte de todos nosotros que solo quiere que le den la razón.
Al final, da igual. No buscamos pueblos perfectos. Buscamos que alguien -persona, algoritmo o asistente virtual- nos diga que no nos hemos equivocado. Que donde estamos, donde hemos nacido o donde hemos vuelto, es el lugar correcto.

A pesar de todo.

De un Hospital que se asfixia, aceras que parecen una carrera de obstáculos, fachadas que necesitan más que un par de brochazos, zonas que se han convertido en selvas urbanas y buenas intenciones que se anuncian a bombo y platillo, pero tardan en llegar.

Claro que la inteligencia artificial, hasta el momento, no pasea. No habla con las personas que toman la fresca. No pide cita en el centro de salud, ni espera que arreglen la fuente de siempre, ni pregunta por qué la calle está tan sucia.

Tampoco siente el respiro de quien ve El Pueyo y se siente en casa. Ni se enorgullece de ver cómo Letra Corpórea Unión Basket Barbastro logra el ascenso a Tercera FEB, ni cuando Sergio Samitier cruza la línea de meta del Giro en Roma.

El algoritmo no vive aquí y no conoce el ambiente de los viernes por la tarde en la calle Argensola, la punzada en el pecho con los fuegos del día 8 o el gusto de un tomate rosa acompañado con un buen vino… Pero, aun así, a veces, nos elige.

Y quizá por eso, porque nos elige sin conocernos, nos toca preguntarnos: ¿Qué necesitamos para ser, de verdad, el mejor pueblo para vivir de la provincia?

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