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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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El valor de la palabra

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
07 diciembre 2023

El Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio, su consejero, es un filón de sabiduría, ingenua sólo en apariencia. Aunque hace seis meses me referí, en esta sección, al autor de los ejemplos del Conde Lucanor, hoy me siento autorizado, dadas las circunstancias, para sacar a la luz otro de los cincuenta y un ejemplos con los que Patronio ilustró al conde, su señor.

Un día el conde le dijo que estaba muy disgustado con algunas personas que siempre que hablaban mentían: «Dicen unas mentiras tan parecidas a la verdad que, si a ellos les resultan muy beneficiosas, a mí me causan gran daño, pues gracias a ellas aumentan su poder y levantan a la gente contra mí». Entonces, su consejero le contó lo que sucedió a la “verdad” y a la “mentira”:

Ambas vivían juntas y la mentira propuso a la verdad que plantaran un árbol para que les diese fruta y poder disfrutar de su sombra, y ésta aceptó la propuesta. Cuando el árbol creció, la mentira propuso a la verdad que se lo repartieran entre las dos. Le dio a entender con hermosos razonamientos que la raíz mantiene al árbol y le da vida y, por ello, es la parte de mayor provecho, y le aconsejó que se quedara ella con las raíces, en tanto que la mentira se quedaría con las ramas, que estarían a merced de los hombres y de los animales, y de los grandes calores. La verdad aceptó y la mentira, terminado el reparto, se alegró de haber engañado a su amiga, gracias a su hábil manera de mentir.

En parte por la hermosura del árbol y en parte también por la “sabiduría” que la mentira les enseñaba, las gentes deseaban mucho vivir bajo aquella sombra, y la mentira se sentía muy honrada y era muy considerada por las gentes. Mientras esto le ocurría, viendo la verdad que no tenía con qué alimentarse más que con las raíces de aquel árbol, se puso a roerlas para su sustento.

Cuando fueron roídas todas sus raíces, estando la mentira a la sombra de su árbol con todas las gentes que aprendían sus artimañas, se levantó un viento recio que movió el árbol y, como no tenía raíces, cayó derribado sobre la mentira, a la que hirió y quebró muchos huesos, así como a sus acompañantes.

Entonces, por el vacío que había dejado el tronco, salió la verdad y vio que la mentira y los que la acompañaban estaban muy maltrechos por haber seguido su camino. Por ello –concluyó Patronio–, aunque vuestros enemigos usen de los halagos y engaños de la mentira, evitadlos siempre sin envidiar la fortuna que hayan conseguido mintiendo, pues les durará poco y no llegarán a buen fin. Y como siempre hacía resumió su consejo en este pareado: «Evitad la mentira y abrazad la verdad, / que su daño consigue el que vive en el mal».

Verdad y mentira acrecientan o socavan el valor de la palabra; no me cabe duda de que Patronio volverá a contar este ejemplo a quien se atreva a preguntarle qué valor hay que dar a la palabra con la que los seres humanos nos entendemos y conducimos.

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