Barbastro

Pablo Delclaux: «El patrimonio debe ayudar al desarrollo local del territorio»

El sacerdote Pablo Delclaux, director del Secretariado de Patrimonio Cultural de la Conferencia Episcopal, ha visitado Barbastro para preparar el Encuentro de delegados diocesanos de Patrimonio

Pablo Delclaux.
Pablo Declaux junto a las oficinas del Obispado de Barbastro. Foto, R. Zamora
Ruth Zamora Zamora
23 febrero 2022

Patrimonio cultural, turismo y despoblación serán los temas del próximo Encuentro de delegados diocesanos de patrimonio que tendrá lugar a finales de junio.

¿Cuál es el objetivo de este encuentro?
Todos los años organizamos unas jornadas para formar a los delegados de patrimonio en diferentes asuntos. El tema de este año va a ser la preservación del patrimonio en la España vaciada, con una problemática de fondo: que este patrimonio ayude al desarrollo local, porque lo que más nos importa son las personas.

La idea brotó del obispo de Barbastro, que me visitó en mi oficina para plantearme todo el patrimonio rural disperso en los pueblos de esta diócesis y cómo podría repercutir en el desarrollo de esas poblaciones que se están quedando cada vez más vacías; indirectamente, podemos contribuir a conservar ese patrimonio. Las jornadas, preparadas para 2020, se tuvieron que suspender por la pandemia.

¿Un encuentro pensado para delegados de patrimonio?
Sí, pero también para cualquier persona interesada en el patrimonio cultural. Y se amplía más, al ámbito de los empresarios, hosteleros, artesanos e, incluso, a los delegados de Cáritas. Uno de los temas que se tratará serán los fondos europeos; algunos de ellos son de carácter social y hay que gestionarlos a través de Cáritas. ¡Cuánto puede hacer Cáritas con eso!: escuelas taller, empleo para población marginal o discapacitados… Hay muchas gestiones que se pueden llevar por ordenador, como venta de productos; o escuelas taller de restauración, hostelería… Y luego, lo más importante para nosotros, los católicos: ese patrimonio fue creado para la evangelización. Hay que dejar que las piedras cuenten el misterio de nuestra fe.

Estamos en una diócesis amplia, con muchos pueblos. ¿Cómo puede contribuir el turismo en el desarrollo de esos pueblos?
La dificultad, y también lo tenemos que discutir en alguna mesa redonda, es que el turismo va a beneficiar y va a perjudicar. Hay que ver hasta qué punto merece la pena meterse en ciertos aspectos. Muchas veces, el turismo es una intrusión en el pueblo, que solo beneficia al bar o restaurante y el resto lo sufre como una carga.

Es fácil y difícil encontrar soluciones. Es fácil porque algo que tiene España es que cualquier punto de cualquier provincia tiene algo único; por ejemplo, en toda España encontramos nada igual a Roda de Isábena. Y esta diócesis tiene una diversidad impresionante.

¿Está ya el programa de las jornadas definido?
El primer día, tras la recepción, tendremos una ponencia marco sobre la historia de esta tierra. Cómo se forma a partir de reductos que no sufrieron la invasión musulmana y se van uniendo, creando un reino que, en época medieval, llega más allá del Ebro. Es importante contar una historia para entender qué vamos a ver. Al día siguiente, explotamos la idea del turismo experiencial, donde uno tiene que vibrar con lo que está conociendo. Tenemos ejemplos en las catas gastronómicas. Ese día, la intención es visitar Monzón y ver si podemos hacer una visita teatralizada.

También trataremos el tema de la despoblación, con comunicaciones cortas sobre el problema de las iglesias cerradas y qué hacer con sus obras; y de cómo dirigir al visitante de un monumento a otro. Habrá otra jornada para visitar Roda de Isábena, el monasterio de Obarra y Graus; y, otro día para hablar de aspectos técnicos (audiovisuales, programas informáticos de venta de entradas), márketing para promocionar una zona y cómo entrar en contacto con asociaciones de empresarios, hoteleros, artesanos, productores, Ayuntamientos…

Ha nombrado qué hacer con el patrimonio en esas iglesias cerradas. En este sentido, aquí juega un papel importante un Museo como el Diocesano.
Sí, pero hay que estudiar caso por caso, no hay una solución única. Hay que ver cada objeto; en principio, donde mejor están las piezas es en su lugar de origen, para donde han sido creados. Pero si tienen problemas de derrumbe de la iglesia, que está abandonada, obras que no tienen ni calidad, artística ni devocional, ya depende de cada circunstancia.

En cualquier caso, este Museo Diocesano se ocupa y preocupa del patrimonio de toda la diócesis.
Es un museo muy importante, muy modélico en toda España. Primero, por la selección de piezas fantástica que tiene; segundo, porque es un centro cultural y de investigación, donde se pueden tener encuentros, conferencias… Y es un lugar de conservación, aquí hay un buen taller y, sobre todo, unos almacenes donde se guardan las piezas de la mejor manera.

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