Alto Aragón

El calor endurece la trashumancia: «No hay agua, está todo muy seco»

La pastora de Altorricón Judit Ballarín viaja cada verano a los pies del Turbón con sus 750 ovejas y asegura que este año deberá regresar antes a tierra llana

Judit Ballarin trashumancia
Judit Ballarín durante la trashumancia hasta Merli. Foto: Servicio Especial
Pablo Alvira Fuertes Alvira Fuertes
21 junio 2022

A los 19 años, Judit Ballarín decidió que antes de que su padre vendiera su ganado, se hacía cargo ella. Y así fue. Esta joven ganadera hace cada año la trashumancia con cerca de 750 ovejas desde Altorricón hasta Merli, a los pies del Turbón. Sin embargo, la ola de calor y la sequía están marcando la trashumancia de la pastora. «No tardaré mucho en volver. Normalmente suelo estar dos meses y medio, pero este año estaré uno. A mediados de julio marcharé», explica. Esta tradición del pastoreo consiste en que los animales abandona el calor de la tierra llana para pasar la época del estío en territorios de alta montaña más templados, pero esta vez apenas hay cambio de temperatura.

La falta de agua y las altas temperaturas han hecho que adelante la fecha de regreso, algo inédito según Ballarín. Deshará el camino hasta Estopiñán, donde tiene unas tierras para que pasten las ovejas y acabar ahí el verano. Desde que llegó a Merli lo tuvo claro: «Cuando llegamos ya ví que tendríamos que bajar temprano. Tenemos un pantano donde abrevar pero al no llover se está notando mucho». Señala que nunca había visto el panorama tan seco a estas alturas. «El campo estaba así a finales de agosto, nunca en el mes de junio. Solía hacer más fresco y aún llovía. Este año hay una tormenta pero apenas deja agua y desaparece», apunta.

Durante el trayecto entre Altorricón y Merli, Ballarín ha hecho aproximadamente 23 kilómetros al día. Dos días y medio tarda hasta Estopiñán y otros dos días y medio hasta llegar a los pies del Turbón. «Hubo días que, por ejemplo, este año tuve que meter dos días más por el agua. No encontraba e hicimos doce kilómetros de más. No hay agua, está todo muy seco», subraya.

Las ovejas y su labor en la montaña

Los bosques están ganando terreno en las comarcas oscenses a lo largo de las últimas décadas. Ahora se extienden en suelo que en su día ocuparon pastos y tierras de cultivo. El abandono de fincas agrícolas y el declive de la ganadería extensiva han propiciado esta situación. «Los montes están muy sucios porque no hay ganado que lo limpie. Esta vegetación es más densa y débil que la de antes. Mis ovejas limpian los bosques de hierbas que luego son las que extienden el fuego en los incendios», explica.

Judit Ballarin trashumancia
El rebaño a su llegada a Merli. Foto: S.E.

En ese sentido, el Ayuntamiento de Monzón firmó un convenio con dos pastores estadillanos para que sus rebaños de mil ovejas pastaran por los alrededores del Castillo de Monzón con el objetivo de prevenir incendios. «Estudié forestal y un profesor me dijo que para un político queda más bonito que se apague un incendio a que nunca exista. Y tiene razón. Es triste que pasen estas cosas pero cada vez serán más porque entre el calor y la suciedad del monte propician incendios. Cada vez hay menos ganadería extensiva y se ve cada año porque la cosa no está bien», indica.

La proliferación de incendios en los bosques es atribuida a la ausencia de intervención humana y animal en los bosques. «En Europa lo natural es que las personas formen parte del ecosistema forestal», añade Ballarín. El aprovechamiento tradicional de los recursos forestales, la agricultura y ganadería, o mediante la trashumancia, han contribuido a diversificar el paisaje de los bosques y a reducir la vegetación durante años, haciéndolos más resistentes al fuego. Esto contrasta con el aspecto que presentan los bosques que crecen sin intervención humana.

Sin embargo, ante tantos problemas, Judit Ballarín asegura que para ella no es duro ser pastora. «Para mí sería complicado estar sentada ocho horas delante de un ordenador», insiste. No obstante, asegura que este año sí ha notado más complejidades para salir adelante. «Nunca me había agobiado tanto el problema de la comida y el agua en la trashumancia y en general. Además, si tengo que realizar aportes extra de pienso, al precio que va, está muy mal. Este año sí que está siendo duro», concluye.

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