Hoy estoy con buen ánimo: hace un frío recio, de los de antes, pero el cielo es de un azul clarísimo y el sol se despierta pronto y, suavemente, lame la escarcha de los tejados. Y, por si fuera poco, tengo en la cabeza la hermosa canción que cantaba la hija del protagonista de la película “el 47”: “Ay que desencanto/ si el viento se lleva lo que yo canto” “Ay…” Una película hermosa que narra la historia de unas gentes comunes y corrientes que llegaron a Barcelona en los años 60-70 a trabajar desde Extremadura y Andalucía y formaron un barrio en una zona llamada torre Baró. Hartos de no tener servicios, protestan a su manera hasta que el protagonista, un conductor de autobús, se empeña en hacer llegar el suyo a la zona y lo “secuestra”. Una historia de superación, de amor a las raíces, de memoria y de valentía. Los héroes corrientes, las gentes de bien. Una de esas películas –basada en hechos reales– por las que puede sentirse que hay futuro para el ser humano en este país nuestro. Una de esas películas en las que se querría uno montar en el autobús 47 con Manolo de conductor y que le llevara a donde quisiera. Aunque aquellos eran otros tiempos.
Eran otros tiempos, pienso al ver una noticia que vuelve sobre aquella majadería que se inventó una tal Pam, que seguro recuerdan, cuando estaba de segunda de la ministra Montero. Ambas perpetraron una aplicación de móvil, parece ser, que consistía en repartir las tareas del hogar y que iba a ser la salvación de las parejas, el colmo de la igualdad. Te toca, parece que se llamaba. Costó doscientos mil euros, que se dice pronto, y no ha gozado del fervor popular, no ha servido de nada y hasta algunos que, ingenuamente, descargaron la aplicación, la tiraron pronto al cubo de la basura y ahora se cachondean del invento. No puedo entender cómo hoy, con las carencias y necesidades que hay, se puede perder el tiempo y el dinero de todos en estas simplezas. Otra vez el poder metiendo sus garras en la intimidad de los ciudadanos y tan contentos. ¿De verdad es necesario que me digan cómo tengo que organizarme en mi domicilio particular? ¿Seguimos siendo menores necesitados de que el poder nos dirija en lo más íntimo? El Fuero del Trabajo, en la etapa franquista, prohibió el trabajo nocturno de la mujer. Otra vez la super-protección. Menos mal que el sentido común se impone de cuando en cuando y los ciudadanos, a veces tarde, aún sabemos decir basta.
He empezado con buen ánimo, de veras, pero he cometido el error de leer la prensa y vuelve sobre la cuestión del tajo que, desde las alturas, se quiere dar a la acción popular hasta dejar escuálido el artículo 125 de la Constitución que la concibió, como gran logro de la participación de los ciudadanos en la administración de Justicia –también la institución del Jurado–. Y ya se me ha fastidiado el día. Que no desaparece, se dice, sólo se limita quién está legitimado para utilizarla, pero tanto tanto que el mencionado artículo 125, se quedará en los huesos. Ya sé que para muchos suena a cuestión menor, lejana, que no afectará a la vida normal de los más, pero esa es la excusa que usa el poder para ir cercenando derechos sin que seamos conscientes de que perdemos algo sustancial: perdemos el respeto a la ley, que es igual para todos, que tiene que protegernos a todos entre nosotros y también, sobre todo, de los que mandan. La generalidad como base de la ley –que se saltan con esa disposición tan conveniente, además– eso estudié, eso enseño a mis alumnos de derecho constitucional. El respeto a la Constitución como norma suprema de nuestro ordenamiento. Y van los que mandan y dejan de respetarla y la vapulean para servirse de ella y servir a sus intereses y nosotros, ciudadanos de a pie, tendríamos que gritarles a los que mandan que también ellos están supeditados al Derecho, que no pueden saltárselo a la torera. Pero no se lo decimos. Creemos, erróneamente, que esto no va con nosotros. Y así nos va.
Ya se ha nublado el día. Y eso que prometía. Espero, querido lector, que cuando lea esto esté otra vez el sol iluminando un cielo clarísimo, el mismo que salía en la película “el 47”. “Ay que desencanto/ si el viento se lleva lo que yo canto… Ay”.