«El confinamiento rompe la rutina, apenas puedes hacer ejercicio, necesitas más insulina de la normal, vas menos al médico, empeora el control… A mí eso me hizo aumentar de peso», respondió el periodista oscense y diabético Moha Gerehou a un usuario de Twitter cuando éste se alarmó al verle con algún kilo de más.
La diabetes es una enfermedad crónica que se caracteriza por unos niveles altos de glucemia, es decir, del azúcar en sangre, debidos a una producción anormal de insulina o a un mal aprovechamiento de la misma por parte del organismo, o a la combinación de ambas causas. En consecuencia, la glucosa se queda en la sangre, sin llegar a las células que no reciben la energía que precisarían para su funcionamiento normal.
Durante algo más de un año, la diabetes y el covid conviven de manera paralela en muchos casos. Numerosas preguntas en el aire y alguna que otra necesidad que algún colectivo, como la Federación de Aragón de Diabetes, comienza a demandar. ¿De qué manera ha afectado la pandemia a los pacientes que padecen diabetes? ¿Y a los niños? ¿La diabetes puede ser una de las secuelas después de haber contraído el virus?
Santi Conde, pediatra del Centro de Salud de Barbastro y coordinador del grupo de diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica explica que al principio «nos decían que las personas con diabetes eran población de riesgo de covid». Como pediatras, ellos pensaron que los niños también lo serían «pero fue avanzando la pandemia y no nos han descrito apenas casos graves de covid en niños que tienen diabetes».
En términos más genéricos, por las condiciones sociales del confinamiento, «como era mucho menos accesible la atención médica personal y la gente estaba encerrada en su casa por el confinamiento y en cierto modo tenían miedo, sí que algunos diagnósticos se retrasaron. Adultos y niños que tenían síntomas de estar empezando con una diabetes tipo 1, llegaron más tarde al hospital con más riesgo por haber tardado un poco más en consultar», asegura Conde.
El próximo reto que tiene por delante este pediatra es hacer un estudio a nivel nacional para ver sus consecuencias en los niños, «pero no creemos –probablemente– que hayamos visto más casos de diabetes, por ejemplo, en personas que hayan tenido coronavirus».
Es cierto, asegura, que se han visto «dificultades de control» de la enfermedad por falta de acceso a los servicios sanitarios o por falta –a veces– de ejercicio al estar confinados, «pero, en general, han estado bien controlados. Sobre todo porque hemos podido tirar mucho de la telemedicina».
Diabéticos: Historias en primera persona
Lidia Carvajal es una barbastrense de 23 años que padece diabetes. «Cuando empezó el confinamiento en marzo del año pasado no salía casi ni para tirar la basura. Me lo tomé súper en serio porque, supuestamente, las personas diabéticas somos de riesgo», apunta.
Ella se quedó junto a sus compañeras de piso en Pamplona, donde estudiaba, y reconoce que no fue sencillo para ella, pues pasó por un periodo de estrés porque su diabetes no la controlaba como antes: «Para las personas diabéticas, el estrés puede afectar mucho a todos los niveles de glucosa, a la reacción a la insulina… Sí que es verdad que al principio estuve súper descontrolada y no entendía por qué. Intentaba comer lo de siempre y pincharme lo de siempre pero no daba resultado. Mi hermano me recomendó llamar al endocrino que tenemos, estuve hablando con él todas las semanas para ajustar bien la insulina, los alimentos y el deporte que hacía».
Lidia es diabética desde 1999, prácticamente desde que nació, pero no fue hasta marzo de 2019 cuando empezó a tomarse en serio los tres pilares fundamentales. «En el endocrino siempre me habían hablado mucho de la insulina y que eso era lo más importante. Cuando diagnosticaron a mi hermano diabetes, aprendí a prestarle atención a los tres pilares fundamentales: alimentación, deporte e insulina. Cuando ya nos dejaron salir de casa tras el confinamiento, yo creo que no he hecho tanto deporte en mi vida. Iba a caminar por las mañanas, por la tarde otra vez, me lo tomé muy en serio. Empecé a ir mucho a la montaña a hacer excursiones con mi hermano, con mis padres… Eso lo he ido incorporando a mi vida», subraya esta joven, quien asegura que, para ella, la llegada de la pandemia y su confinamiento han supuesto «un antes y un después».
Máfer Lardiés es la madre de Héctor Casas, un joven gimnasta barbastrense que es diabético. En su caso, lo que más le afectó durante el confinamiento fue la inactividad, después de estar acostumbrado a entrenar cuatro días a la semana. Su rutina y entrenamientos –que tenían lugar en su casa– cambiaron y «tuvo que subir la insulina para poder controlar la glucosa».
Máfer aclara que, aunque «en principio dicen que el covid no tiene mayor incidencia en diabéticos ni es más peligroso, todos sabemos que cualquier tipo de infección es más peligrosa que para una persona no diabética». Por esta razón, en casa de Héctor las medidas frente a la pandemia han sido «algo más extraordinarias».
Por el momento, estos pacientes no han sido incluidos en los grupos de riesgo que tienen prioridad para ser vacunados y la Sociedad Española de Diabetes (SED) ya ha alzado la voz diciendo que la vacunación frente al covid «resulta esencial para las personas con diabetes mellitus». Desde la SED se ha realizado un llamamiento para que se vacune de forma prioritaria a esta población, así como se han apuntado algunos «déficits» por cubrir en este ámbito.
Cuando se resfría o le pican los mosquitos la glucosa de Héctor se dispara por lo que, en este sentido, «cualquier infección hace que la glucosa se descontrole, normalmente hacia arriba, y tienes que tener más control», explica su madre, quien, prudente, considera que ellos tienen que tener «más cuidado en cuanto a las medidas covid».
Arturo Carvajal es hermano de Lidia y, a diferencia de ella, a él el confinamiento le fue «bastante bien, porque como todos los días eran iguales, era muy rutinario y todos los días hacía una hora de ejercicio, ajustando el tratamiento a lo que comía».
Durante esos meses de 2020 Arturo llevó el azúcar «muy bien». Sin vida social y sin salir a tomar algo con los amigos, llevó un «buen control» y para él fue «más sencillo». Esa rutina le ayudó a mantenerse en forma y a que las células absorbieran mejor la insulina. Por lo tanto, eso desembocó en que «se regulara mucho mejor la glucosa».