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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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¿Desencanto o desilusión?

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
09 noviembre 2023

Perder la ilusión no va con la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, pero he percibido algo de desencanto en la última exhortación del papa Francisco. Laudate Deum es un texto a propósito de la crisis climática y el calentamiento global, dirigido a todas las personas de buena voluntad, en el que no oculta su desencanto porque, ocho años después de Laudato sí, advierte que: «Con el paso del tiempo no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebra. El cambio climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial».

Sin remilgos ni ambigüedades, Francisco denuncia el poco empeño de los poderes políticos y económicos para impulsar un remedio eficaz al calentamiento global del planeta, como ponen de manifiesto los decepcionantes resultados de las Cumbres sobre el clima celebradas desde 1992, y clama: «Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos».
Tras la primera lectura del texto pontificio, pensé que sería objeto de una dura crítica por parte de los poderes fácticos, pero me ha sorprendido el silencio con el que ha sido recibido. Tal vez porque el mejor modo de neutralizar una denuncia sea ignorarla.

Francisco no es un activista “verde”, pero se ha atrevido a airear un grave y urgente problema que tenemos ante los ojos sin querer verlo. Si nos atrevemos, apliquemos sus siguientes palabras a algunas iniciativas de creciente atractivo en nuestro entorno: «Cuando se piensa iniciar un emprendimiento con fuerte intervención sobre el ambiente y altos efectos contaminantes, se ilusiona a los pobladores de la zona hablando del progreso local que podrá generarse o de las posibilidades económicas, laborales y de promoción humana que esto significará para sus hijos. Pero en realidad no parece interesarles de verdad el futuro de estas personas, porque no se les dice con claridad que detrás de ese emprendimiento quedaría una tierra arrasada».

Y recojamos el guante cuando reta a actuar también localmente, personalmente, incluso en la producción y tratamiento de los residuos domésticos, porque «a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos».

A quien le sorprenda que el Papa se ocupe de un problema terrenal y ecológico, le invito a leer la última parte de su escrito, en la que encontrará las motivaciones espirituales que impulsan a un creyente a entrar en este pantanoso asunto. Tal vez las comente cuando ya hayan leído el texto pontificio.

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