Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

De la razón instrumental (y II)

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
10 marzo 2024

La vida religiosa apostólica, a pesar del enorme esfuerzo de renovación y reformas, de la santidad, entrega y martirio de tantos de sus miembros, especialmente en las comunidades de inserción que han llevado la opción por los pobres y su lucha por la justicia hasta extremos de extraordinario heroísmo, va perdiendo visibilidad social y capacidad de atracción. No consigue «ofrecer» a la Iglesia y a la sociedad su sentido más profundo y no logra visibilizar la síntesis vital entre la experiencia de Dios y la opción apostólica, entre la «mística» y la «misión».

La raíz fundamental de esta falta de atracción e ineficacia evangelizadora es la concepción que la vida religiosa apostólica tiene de «empresa». Sobre todo la dedicada a la enseñanza, a la sanidad y a la asistencia social, concreta su «servicio de la caridad» en grandes obras: colegios, hospitales, escuelas, universidades, residencias, asilos… El funcionamiento de las obras, su rendimiento apostólico y a veces también el económico, se han podido anteponer a las personas y así apenas se encuentran espacios para lo genuino, lo original, para la oración, para la vida comunitaria…

El taller prevalece sobre el hogar. Esto ha llevado a la vida religiosa a una crisis de identidad y a las personas a una amplia insatisfacción porque sienten un profundo dualismo entre su condición de «religiosos» y la de «trabajadores», entre la dimensión contemplativa de su existencia y la actividad frenética a la que el mantenimiento y funcionamiento de las obras les somete.

Se ha llegado a confundir el carisma de la Congregación con los medios puestos en marcha para prestar un servicio en un determinado momento de la historia o en un lugar concreto. Este modelo de vida religiosa, allí donde permanece, se ha quedado viejo, anticuado, no sirve ya por sí mismo para la santificación de la persona, no testimonia hoy el Reino, no evangeliza. Está llamado, por imperativo de la historia y por necesidad evangélica, a desaparecer.

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