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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Carta navideña –con retraso–de mi prima de Tarrasa

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
30 diciembre 2024

Querida prima:

Sé que llega tarde esta carta y no veas cómo tengo de enfadada a mi madre por dejar pasar la fecha de la lotería, que es sagrada, dice. Tiene razón, es el momento para escribir con sosiego y un folio entero, no esas palabras sueltas de los WhatsApp que tanto aborrece ella. Y tiene razón, no es lo mismo mandar el número así suelto, en foto, con un texto escaso y rápido, que ponerse ante el papel y volver a los recuerdos de otras fiestas, cuando estábamos juntos y todos teníamos menos años y más ilusiones.

Siempre en estas fechas me gusta hacer balance de la situación familiar, que, de momento y dando gracias a Dios, como dice mi madre, es bastante aceptable, si no entramos en detalles, claro. Mi madre, aunque despotrica un día sí y otro también de lo mala que es la vejez, está como una rosa: nos da cien mil vueltas a todos, lo controla todo y aún se atreve a ponerse el delantal en estas fiestas y guisarnos el capón con la misma receta que usaba su madre y antes su abuela: deliciosa. Eso sí, refunfuña porque, aunque le llevemos el más grande de la tienda, ella asegura que los de su casa eran más grandes y, sobre todo, que tenían más sustancia, esto es, grasa en abundancia. No hay forma de hacerle entender que es mala para el colesterol. Hambre es lo que nos haría falta, un poco al menos, para que supiéramos apreciar bien las cosas de comer de verdad, no esas tontadas que llenan algunas mesas ahora, todo prefabricado o cocido a toda prisa, en artefactos que lo malmeten todo, dice, con más ímpetu, ya la conoces. Esa palabra “malmeter” creo que sólo se la he oído a ella, es más, hasta diría yo que ha caído en el olvido, de no usarla. Igual por eso se malmete tanto.

El otro día nos preocupó un poco. Estaba en casa nuestro primo, que no es ya independentista, como te he contado, pero al que mi madre le hace preguntas con trampa para saber si ha recaído, como ella dice, como si eso fuera una enfermedad o una adicción. En la televisión salió el ministro Bolaños, alias el sosaina, para ella. No sé bien qué dijo, desconecto mucho ahora, la verdad. El caso es que mi madre soltó: “¿Por qué no te vas a vender fotocopiadoras?”. Y todos nos miramos extrañados y asustados, pensando que se le había ido la olla. Y nuestro primo, para saber si su cabeza funcionaba bien, le preguntó si le caía bien Feijoo, y por si mi madre no estaba al loro del apellido, añadió, el jefe del PP. Y ella ni corta ni perezosa contestó: “Póntelo en sal, no me va, ese no tiene rasmia, ni una miaja”. Ya todos supimos que estaba en sus cabales y yo anoté la palabra “miaja” porque reconozco que se me van olvidando muchas de las que siempre le he oído y son preciosas. Ella, de paso, le dijo a su sobrino del alma que seguro que Rufián no le caía mal del todo, porque es charnego como él y habla el catalán tan mal como él, así que nuestro primo ya se arrugó y dejó el tema, le tiene mucho respeto a mi madre, algo de miedo también. Y nos hubiéramos quedado sin saber por qué mandaba al sosaina de Bolaños a vender esos artilugios, si no hubiera sido porque mi marido, que es algo socarrón, le preguntó si ella le compraría algo al ministro y mi madre contestó rápida que a ese no le compraría ni pipas, tampoco le daría nada, ni la hora. Visto que todo estaba en su sitio, brindamos por estas fiestas, por nosotros y por vosotros también para que sigamos juntos, aunque estemos lejos. Y la abrazamos todos porque sin ella estaríamos perdidos.

Bueno, querida prima ya ves que en casa todo anda igual y en el gobierno y en la oposición también. Y no nos ha tocado la lotería. Esperemos que el próximo año sea más amable y próspero y, ya puestos, que nuestros políticos se esmeren un poquito y, al menos, aprendan a hablar y a leer correctamente. Un fuerte abrazo para todos y feliz 2025.

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