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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Carta de mi prima de Tarrasa, por Navidad

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
26 diciembre 2022

Querida Prima:
Como siempre, ha sido mi madre la que se ha acordado de la lotería navideña y me ha echado la bronca porque va a llegarte con el tiempo justo. Esto para ella es sagrado. Y eso que no ha tocado nunca. Es la excusa para escribir despacio, para avivar el recuerdo. Este año me ha hecho comprar un número con muchos “doses” porque dice que el día de la lotería y el año coinciden y eso, seguro, es buen augurio. Ella y sus premoniciones y supersticiones de montañesa, que no abandona.

Los primos de aquí nos reunimos el pasado domingo. Solemos hacerlo antes de Navidad. Nuestro común primo, el que fue independentista, está permanentemente cabreado con la situación política, tanto que ni nos metemos ya con él. Decidimos, por consejo de mi madre, que vamos a pasar tranquilos la Navidad, así que chitón. Dimos buena cuenta de los platos que preparamos, mi madre me guio, está ya algo floja para hacerlo sola. Platos suyos, de los suyos, platos aragoneses que ya hemos aprendido para que se queden con nosotros, como ella dice, cuando no esté. El postre fue pastillo de calabaza. Bueno tres, porque hicimos uno en cada casa y luego nos dedicamos a probarlos y ponerles puntuación. Ganó el nuestro, claro, el de mi madre, en realidad. Más canela, les dijo a unos primos cuando probó el suyo y menos azúcar, le soltó a la otra. La velada estaba siendo estupenda y hasta alguien cantó una jota, que ya ves tú si se pueden acordar, si llevan toda la vida aquí. Mi madre se emocionó y nos hizo prometerle que el verano próximo, sin falta, la llevemos al pueblo.

Alguien dijo que igual todos acabamos en el pueblo de nuevo, según evolucione la cuestión eterna de la desconexión, palabra que repiten mis primos, a pesar de que ya ni los independentistas la usan. Pedid y se os dará, añadió uno, y otro recordó un refrán que decía nuestra abuela común: quien hace un cesto hace ciento, si le das mimbres y tiempo, y mi prima añadió que estos van a por todas. Fue decirlo y ya empezó el barullo y se acabó la fiesta. Nuestro primo el independentista reconvertido, el que dejó de creer en la causa, empezó a alabar la nueva política y a repetir que ahora se está mejor que hace cuatro años y que la cárcel no es buena para nadie. El pobre lleva un lío mental de padre y muy señor mío, no hay quien lo entienda. Los demás empezaron a decirle que a qué bando pertenece, porque tan pronto canta arriba como canta abajo. Mi madre llamó a la concordia. Con un buen grito, todo hay que decirlo: en esta casa no quiero ni bandos ni bandas, ni bandidos ni bandoleros y todos callaron, aunque rezongaban por lo bajo y uno no pudo dejar de decir que ya está bien de callar, que eso es lo que quiere cualquier gobierno: gentes mudas, sin criterio, que traguen con todo. Y mi primo el independentista reciclado, pero aún confuso, dijo que él no es ningún borrego y que solo quiere la paz. Con la excusa de la paz, dijo el otro primo, se entierran los principios. Y aquí se podía haber formado una buena, pero mi madre saltó: me dais pampurrias, todos de un vientre y cada uno de un temple. Y hubo una risa general. Nos miramos todos, no conocíamos el refrán y, al vernos perplejos, acabó con otro: a buen entendedor, pocas palabras bastan. Y dio por concluido el debate, nos hizo abrazarnos, levantar las copas y brindar para que sigamos juntos y unidos la próxima Navidad.

Ya ves que, ante todo, nos queremos y todo quedó en agua de borrajas. Me despido ya. Un beso muy fuerte, suerte con la lotería y feliz Navidad.

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