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Ildefonso García Serena Al levantar la vista
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Cañones por mantequilla

Ildefonso García Serena Al levantar la vista
08 abril 2024

No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que el mundo está en un momento particularmente complicado y difícil y que muchas cosas dependen de las elecciones norteamericanas del próximo noviembre. Ya no hay marcha atrás: Biden y Trump son los candidatos, si es que la salud no lo impide, contingencia nada desdeñable dada la edad de ambos. Tampoco hace falta ser un analista geopolítico para darse cuenta de que, dependiendo de quien gane la presidencia, las cosas de las guerras del planeta irán por un lado, Ucrania, Gaza, etcétera, o tal vez por su contrario.

El mundo dependerá una vez más de lo que pase en esas elecciones, pero algo ha cambiado ya: Europa ha decidido armarse militarmente como no lo había hecho antes. La razón más próxima es la situación del conflicto enquistado en Ucrania y Rusia, pero el asunto viene de atrás.

En los inicios de su presidencia, Trump exigió a los países europeos que gastáramos “más en cañones y menos en mantequilla”, un dilema clásico de la economía que se estudia en primer curso de ciencias políticas. “Ya está bien de que los europeos os dediquéis a repartir la riqueza entre la población con políticas sociales de sanidad y educación para todos, y que mantengáis ejércitos pequeños o desarmados, mientras nosotros os damos protección militar con nuestra abrumadora contribución a la OTAN”, vino a reprochar a Europa.

Pero se le olvidó decir que, en el fondo, esa fue la idea de la política decidida tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial: mantener a los alemanes sin ejército y que fueran los bravos marinos ingleses quienes lo tuvieran y de primer orden, como así es en la actualidad.

Además, de paso, Norteamérica desarrolló su inmenso complejo militar industrial, el más poderoso de la Tierra. Solo la tozudez y el empecinamiento del muy desconfiado general De Gaulle consiguió que Francia tuviera el arma suprema, muy consciente de que su país no había ganado una guerra por sí misma desde los tiempos de Napoleón.

Hoy los presidentes franceses se pasean ostentosamente con un oficial que le sigue a tres pasos portando el maletín nuclear con sus códigos secretos y los países occidentales mantenemos nuestra unión y nuestra seguridad confiando en ese maletín y en la Alianza Atlántica, es decir en el poderío militar de Estados Unidos y de Inglaterra, pero eso ya no nos parece suficiente.

Ahora Europa barrunta la necesidad de disponer de ejércitos reforzados propios con el 2 por ciento del presupuesto nacional de cada país, que equilibren la balanza militar.

Más allá de ese mayor equilibrio, se busca sin disimulo una capacidad militar propia europea. No es que los europeos desconfíen a priori de la unidad de defensa común que aseguran los acuerdos, pero… ¿qué pasaría si un día un socio importante y egoísta de esta coalición atlántica se descuelga de ella oliendo el peligro de una confrontación nuclear próxima, con la expectativa de una destrucción asegurada? ¿Es algo imposible de que suceda? ¿Podría pasar eso si un gobierno nacionalista o un populista detentara el poder, dejándonos tirados al pie de los caballos?

Son preguntas que ninguna inteligencia humana puede responder con total seguridad y por lo tanto, en las esferas europeas se piensa hoy que es bueno prevenir antes que curar, para no tener que pensar en estos escenarios. Más cañones, pues, y menos mantequilla. La única amenaza real, la que cuenta, es el desequilibrio con los poderosos y la ausencia de paz.

Como miembro que soy de la generación del 68 –aquella que proclamaba con desparpajo “haz el amor y no la guerra”– no estoy nada seguro de que un aumento de la industria mundial de armamento sea la mejor fórmula para preservar la paz, no deja de ser una terrible paradoja, pero por otro lado, la Historia se empeña en decirnos que, cuando alguien suficientemente loco cree que puede ganar una guerra, aunque no esté seguro de ello, siempre acabará encontrando un motivo inapelable, una razón de Estado irresistible para iniciarla. Hay que tener mucho cuidado con eso. Los locos nacen cada día y a veces alguno de ellos llega a lo más alto. Y eso también es Historia.

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