Cuando se apaga el último fogonazo del espectáculo de los fuegos artificiales, en el filo de la medianoche entre el 8 y 9 de septiembre, el cielo de Barbastro queda en la oscuridad, a la espera de que amanezca un nuevo día. Empezará con él, ahora sí, un nuevo curso escolar y también político. Han finalizado, para la mayoría, las vacaciones de verano y regresan las rutinas que se repetirán hasta el próximo julio.
Como cada inicio de ciclo, resulta un buen momento para apuntar una lista de buenos propósitos. El primero pasaría por que, individualmente, tomemos aire y nos prometamos a nosotros mismos no opinar alegremente de aquellos asuntos de los que no tenemos información. Sin ánimo de repetirnos como el ajo, las redes sociales se encuentran inundadas de comentarios basados en rumores, amparados por el anonimato. Apaguemos el móvil y disfrutemos del día a día.
Un carpe diem que no debe obstaculizar la posibilidad de levantar la vista y mirar al futuro. Tomar conciencia de los problemas que de verdad afectan al ciudadano. Ha comenzado la cuenta atrás de 20 largos meses para regresar a las urnas. Los partidos lo saben y ya están cargando munición para disparar. Analicemos el fondo de su discurso. ¿Sirve para poner el foco en los problemas reales o generan humo para conseguir su victoria electoral? Pregunta que también se puede aplicar a quienes toman las decisiones.
Durante las dos últimas semanas, el monasterio de El Pueyo ha recuperado su iluminación nocturna. El ‘faro del Somontano’ sirve de metáfora para recordar que un punto iluminado nos puede guiar en la oscuridad. Un faro que se ha encendido gracias a la colaboración público-privada, un ejemplo sencillo de lo que se hace posible cuando diferentes colectivos se ponen de acuerdo en lograr una meta. Este podría ser el objetivo final de nuestra lista de buenas intenciones: dejar de lado la individualidad y buscar la unión.







