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Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
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Borrasca

Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
01 diciembre 2022

Ha sido una semana de inestabilidad. Fuertes vientos, frío y nieve donde tiene que haberla. La culpa se la echan a Denise. Así han bautizado a la cuarta borrasca de la temporada. Y darle nombre a un temporal es un trabajo. Se encarga un grupo de meteorólogos de Europa en el que desde hace unos cinco años hay españoles. Eso explica por qué dentro de 10 temporales Óscar, Patricia y Rafael vendrán a visitarnos. Esperemos que solo con lluvia que es lo que se necesita, el frío, al precio que va calentarse, no tanto.

Todo el mundo le pone nombre a sus borrascas. Algunos con motes de jefe, otros con superstición y otros pocos, las disfrutan. La inestabilidad es lo suyo. Es la conclusión que uno extrae si ve el nuevo documental de Fernando León de Aranoa sobre Joaquín Sabina: Sintiéndolo mucho. Qué esperas que te cuente, hay poco que decir. Lo amas, lo odias o ambas a la vez. Dice Sabina que siempre ha querido envejecer sin dignidad. Tiene sentido si lo ves en la gran pantalla sintiéndolo todo mucho. Con mucha tos, poca voz pero cómo se ríe… De ti, de él y de lo que se ponga por delante. Con un vaso en la mano por bandera. La mujer que tenía delante en el cine, se escandalizó. “73 años y no para, ¿cómo aguanta?”. Señora, de eso se trata. No todo el mundo puede ser Joaquín Sabina. Aunque todos deberíamos ser un poco como él en algún momento. Saber disfrutar de las borrascas.

Por aquí ha hecho muy mal tiempo, inestable, raro. Sin ir más lejos, el lunes llegué a una comida con compañeros y amigos chipiada, como nosotros decimos. No era nada formal pero sí especial. Llovía casi más dentro que fuera. Me tocaba elegir vino y yo, que lejos de ser experta, soy buena impostora abrí la carta con mirada de sibarita. Qué bien queda decir “por favor, un Gewürztraminer de Somontano”. Luego las risas, con buena gente, llegan solas.

Siguió toda la tarde lloviendo a mares pero ya no importaba. La Denominación de Origen organizaba el III Salón de la DO Somontano en el centro de Madrid y no había mejor sitio para cobijarse. Seiscientas personas pasaron durante todo el día a conocer el buen producto y yo tuve la suerte de coincidir, entre otros muchos, con un tipo de unos cuarenta y pocos años. Iba solo. No sé su nombre, pero por hacer caso a los meteorólogos, sobre él estaba Efraín. Un buen nombre para una borrasca. Estaba serio, como enfadado. Lo demostró cuando su abrigo se resistió a colgarse en el perchero y soltó más de un aspaviento sobre las perchas. Entró y miró las diferentes mesas con la nariz torcida. Le molestaba la gente. Caminaba con la copa vacía. Yo intentaba seguir de forma disimulada lo que parecía todo un tedio. No sé qué tinto escogió, me despisté, pero acabó en una mesa redonda entre la gente, sonriendo con la copa en la mano y la mirada fija en la mesa. Cuando le quedaba un sorbo, se hizo un selfie, dejó la copa vacía en la mesa y se volvió otra vez gris entre la gente. Al final, cada uno es libre de cómo atraviesa sus borrascas.

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