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Manolo Garrido Al levantar la vista
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Benedicto XVI, la fuerza de la alegría

Manolo Garrido Al levantar la vista
17 enero 2023

Siguen los ecos sobre la figura del Papa emérito Benedicto XVI, que deja un surco hondo en muchas líneas. Días para remansar mensajes y textos de una figura de gran talla moral e intelectual. Los medios y decenas de comentaristas se están haciendo eco de su antología y magisterio. Vale la pena en esta línea oír los podcasts que ha elaborado la COPE (El Papa de la tormenta) o leer Emérito. Rebobinando a Ratzinger, de Álvaro Sánchez León y los especiales de prensa especializada.

Una figura poliédrica, muy rica, que se veía como “un humilde trabajador de la viña del Señor”, en la línea del “humilde pastor” que se destacó en la eucaristía celebrada en Binéfar por el obispo Ángel Pérez Pueyo. Cómo no recordar sus deseos de volver a su tierra natal y dedicarse a leer y escribir, y al mismo tiempo su disposición para continuar sirviendo en su puesto, tal como le pedía san Juan Pablo II, a pesar de su edad y salud.

Qué lejos están las visiones de poder, de lucha, de ambición y qué ejemplar resulta en cambio su vocación de servicio, al margen de gustos o preferencias personales. Tantas veces nos negamos a admitir que el servicio es la vida de tantas personas, y pensamos que seríamos unos ingenuos al admitir esa posibilidad.

Por encima de credos pienso que a Ratzinger, a Benedicto XVI, hay que leerle despacio, para atisbar una riqueza inmensa pero cercana, eficaz para el día a día. Las ocasiones que pude verle más de cerca fueron en Valencia (2006), Santiago de Compostela (2010) y Madrid (2011). Recuerdo muy bien su unión con Dios y su cercanía y sencillez con la gente. Y estos días de pena y de acción de gracias son también de plegaria por el Papa Francisco, en una unidad con todos los pontífices, tal como aprendí de san Josemaría.

De Santiago recuerdo tres momentos que los periodistas advertimos con interés. Le preparan una preciosa alfombra floral a la entrada del Arzobispado. Benedicto duda, no quiere pisarla, estropearla, invadirla… hasta que le animan y despreocupan, porque precisamente las alfombras están para ser pisadas.

Otro momento, cuando el botafumeiro surca los aires del cielo catedralicio en un vaivén trepidante y concita las miradas asombradas de todos… menos del Papa, recogido y absorto, un poco ajeno al grandioso espectáculo.

Y otro detalle, que quizá nos supo a poco, a fotógrafos y cámaras: lo que se esperaba que fuera un abrazo pausado e intenso al Apóstol –un fotón– se quedó en un incipiente gesto de apoyo con las manos sobre la espalda.

Pido disculpas por dar quizá importancia a esas pequeñas muestras, que igual no significan nada. Para mí son detalles que hablan de una persona que va a lo esencial y está poco o nada pendiente del foco mediático. Y a la vez ha sido un potente comunicador, tanto por sus textos magisteriales como por sus libros (por ejemplo la trilogía sobre Jesús de Nazaret) y entrevistas.

Benedicto mostró su total disponibilidad cuando el joven empresario español Gustavo Entrala insistió y se ofreció al Vaticano para poner en marcha la cuenta de Twitter del Pontífice, que con @Pontifex_es ofrece una plataforma que le hace presente desde entonces en redes sociales, llegando a grandes audiencias con rapidez y textos muy cuidados.

Entre sus ideas me quedo ahora con su afán de presentar la identidad católica en términos positivos, de servicio a todos y no sólo al interés católico. Decía: “el cristianismo, el catolicismo, no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Y es muy importante hacerlo ver de nuevo, porque hoy esta conciencia casi ha desaparecido por completo. Se ha escuchado tanto sobre lo que no está permitido que ahora es preciso decir: en realidad, nosotros tenemos una idea positiva que proponer”.

Esta ortodoxia positiva que destaca cómo la Iglesia dice un sí inmenso y que la moral es un camino hacia la felicidad y no una serie de prohibiciones (escribía también san Juan Pablo II) me parece una tarea urgente. Misión que nos involucra e interpela, de forma que seamos testigos de esperanza y alegría en un mundo que estamos complicando tanto. Pero un mundo y unos conciudadanos que necesitan, valoraran y admitirán una alegría que es fruto de la coherencia: “La fuerza con que la verdad se impone tiene que ser la alegría”, escribió Benedicto.

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